La sombra de John Cassavetes sigue imperando hasta nuestros días. Su trabajo como cineasta independiente le ha valido el reconocimiento del público y la crítica desde que iniciara su carrera como director en 1959 con Shadows.
Por esto lo hemos elegido para esta no-sección de Editando, en donde compartimos alguna de las ideas que respetados directores tienen sobre el cine, su forma de enfretarlo o, como es en esta ocasión, lo que hay que tener para hacer una película.
«Se tiene cierto deseo de hacer un film; cuando se comienza a ponerlo en forma, uno no se traza ningún límite y está verdaderamente dispuesto a morir por el film que prepara. Esto parece completamente loco. Morir por su país ya no es más una cosa formidable, pero en el cine, cuando no se tienen opciones, es preciso que el film se haga a cualquier precio. Con una actitud así, tomando las cosas de este modo, un hombre puede atravesar la vida utilizando lo mejor de sí mismo, y hace verdaderamente algo de su vida. Todo lo que es preciso saber, para hacer un film, es que no hay que tener miedo de nada ni de nadie… De todas maneras, siempre he pensado que es mejor trabajar en el arte que en una fábrica. Los cineastas contemporáneos deben hallar nuevas áreas de conflicto, nuevos tipos de problemas. Los conflictos tradicionales: ricos contra pobres, el bien contra el mal, no reflejan más las mentalidades de hoy. Hemos llegado a una situación compleja en la cual tenemos, en general, lo que queremos: buenos ingresos, una mujer, un techo, el reconocimiento social. El problema puede entonces enunciarse de la siguiente forma: “¿Dónde está el problema?” Los films deben ir más allá del melodrama para explorar esta fuente eterna de problemas y de conflictos menores que forman el tejido de la vida… En Torrentes de amor, por ejemplo, no hay melodrama… simplemente una sinceridad siempre desubicada. Personalmente jamás he visto a nadie salir de no sé dónde y hacer explotar la cabeza del primer recién llegado, ¿Por qué iba a filmar cosas semejantes? Pero sí he conocido a mucha gente que se destruía en pequeños conflictos. He conocido tipos que de pronto se retiraban de la vida. He visto gente ocultarse detrás de ideas políticas, o debajo de la droga, detrás de la revolución sexual, el fascismo, la hipocresía, y yo mismo, he hecho muchos trucos por el estilo. Puedo pues comprenderlos. Dejo a un individuo expresar una idea individual, un pensamiento o una emoción. Tomo enseguida a otra persona, y la dejo expresar a su vez una idea o una emoción. Eso crea un conflicto. Todo conflicto que nace de una confrontación por el estilo proviene de dos personas que no experimentan lo mismo a propósito de la misma emoción.
Soy un moralista en la medida en que creo que lo esencial de la moral consiste en reconocer la libertad de los otros; ser sí mismo y no juzgar a aquellos que son diferentes de uno. El cine, en mi parecer, es una encuesta sobre lo que ocurre en la cabeza de la gente. Me rehúso absolutamente a juzgar los personajes de mis films, por otra parte, es un imperativo que los personajes no se analicen ni analicen a los otros durante el rodaje. Me cuido muy bien de arrastrar al espectador de la punta de su nariz; rehúso, en mi obra, a imponer una visión moral estereotipada. La cámara busca captar las metamorfosis minúsculas y sutiles del comportamiento humano que hacen de nosotros lo que somos. Me rehúso, como también lo rehúso a mis personajes, el abrigo confortable de la psicología, que esta sirva en términos de motivación o de análisis de los personajes… Es el público quien debe juzgar. Creo en el valor de los deseos secretos. Y creo que estos deseos secretos, ya sean feos o bellos, nos dicen algo; por lo demás no es lo único que cuenta, ¡por Dios! Y quiero poner esos deseos secretos en la pantalla, para que todos podamos verlos, y pensar, sentir una emoción o maravillamos.
Cuando trabajo en un film, me prohíbo toda opinión: por otro lado, carezco de ellas. No quiero registrar más que lo que se dice, lo que se hace, interviniendo lo menos posible, o en todo caso, tratando de no filmar nunca desde el interior, si es que puedo expresarme así.»
CARNEY, RAY. (2004) Cassavetes por Cassavetes. España. Editorial Anagrama.
Como siempre, sus opiniones a favor o en contra de los dichos del director serán bien recibidos en los comentarios.
Saludos.-