La figura de Pedro Almodóvar aparece como uno de los directores españoles reconocidos a nivel mundial, aunque podríamos discutir su calidad como director, que para gustos los colores. Con dos premios Oscars a su haber, sumado con decenas de otros premios internacionales, no hacen más que acrecentar la fama del director de «Tacones Lejanos» y principal responsable de que ahora tengamos que bancarnos a Antonio Banderas intentando vendernos sus despreciables perfumes.
Con películas extravagantes, divertidas, que reflejan su propia incorrección política, Almodóvar ha conseguido plasmar en cada uno de sus trabajos una voz fácilmente identificable por quienes las ven y que lo han convertido en un referente del cine español.
Así que en la ahora reconocida sección de Editando, Dichos del Director, les dejamos con que Almodóvar quiere contarnos sobre lo perjudicial que puede ser seguir las reglas cinematográficas.
Caricatura realizada por Dafne Callejo.
En un par de ocasiones, me he reunido con estudiantes, sobre todo en universidades norteamericanas, para contestar preguntas sobre mis películas. Lo que me sorprendía es que, a todas luces, mi cine no se parecía en absoluto a lo que les habían enseñado los profesores. Podría decir que estaban perdidos y confundidos, no por la complejidad de las respuestas, sino, al contrario, por su sencillez. Se habían imaginado que iba a revelar todo tipo de reglas precisas y bien meditadas, pero la verdad es que no hay demasiadas reglas o muy pocas. Y conozco cientos de ejemplos que demuestran que uno puede hacer una buena película rompiendo todas las reglas.
Recuerdo que cuando rodé mi primera película, tuve problemas importantes que me obligaron a hacer varios planos de la misma escena durante todo un año. En consecuencia, al principio de la escena, la actriz lleva el pelo corto; en la siguiente toma, media melena; y, en la tercera, una melena larga. Al percatarme durante el montaje de la película, pensé que el público rugiría, porque contradecía la regla más básica de todas: la del raccord. Pero nadie se dio cuenta. Nunca. Y eso supuso una gran lección para mí. Demostraba que, al fin y al cabo, a todo el mundo le trae sin cuidado los errores técnicos siempre y cuando la película cuente una historia interesante, con un punto de vista sincero.
Por eso mi consejo a cualquiera que desee hacer una película es hacerla, aunque no sepan cómo. Aprenderán al hacerla, de la manera más natural y vibrante posible. Lo fundamental, por supuesto, es tener algo que decir.
El problema de la generación más joven con relación a esto es que han crecido en un mundo donde la imagen se ha convertido en algo omnipresente y omnipotente. Desde los primeros años de vida, les han alimentado con una dieta de videos musicales y anuncios. No son formas a las que sea particularmente aficionado, pero tienen una fertilidad visual innegable.
Así que los jóvenes cineastas de hoy en día poseen una cultura y un dominio de la imagen mucho mayor de lo que hubieran tenido hace sólo veinte años. Sin embargo, debido a esto, también tienen una forma de abordar el cine que hace hincapié en la forma y no tanto en el contenido, y considero que puede resultar perjudicial a la larga.
De hecho, creo que la técnica es una ilusión. Personalmente me parece que cuanto más aprendo, menos quiero utilizar lo que aprendo. Casi es como un obstáculo, y cada vez busco más la sencillez. Prácticamente siempre utilizo objetivos largos con distancias focales muy cortas o muy largas, y casi nunca recurro a los movimientos de cámara. ¡He llegado a un punto donde casi me obligo a escribir una tesis para justificar el travelling más corto!
También se aprende cine, en menor grado, viendo películas. Sin embargo, aquí el peligro radica en que puedes caer en la trampa del homenaje. Observas cómo algunos maestros del cine ruedan una escena y, a continuación, tratas de copiarlo en tus propias películas. Si lo haces por pura admiración, no puede funcionar. La única razón válida para hacerlo es encontrar la solución a uno de tus problemas en la película de otra persona y esta influencia se convierte, entonces, en un elemento activo de tu película.
Podría decirse que el primer planteamiento – el tributo- es tomar prestado, mientras que el segundo es robo. Sin embargo, para mí, sólo el robo tiene justificación. Si es necesario, no hay que dudar nunca; todos los cineastas lo hacen.
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