La imaginaría de Tim Burton ha fascinado y deslumbrado a millares de amantes del cine a lo largo de los años y aunque ha pasado mucho tiempo en el que sus películas han sido bastante erráticas y solo sus fans más acérrimos y las jovencitas góticas hormonadas son las únicas que van a verla ciegamente sin importarles que pareciese que Burton está haciendo la misma película una y otra vez.
Pero no podemos negarle al responsable de trabajos como Beettlejuice, El Joven Manos de Tijera y Ed Wood, sus méritos como director, al Cesar lo que es del Cesar, y darle cabida a sus dichos esta semana, en la que hemos escogido una en donde se refiere a como debe ser el trabajo de dirección de actores.
Si has hecho bien el casting, ya tienes el noventa por ciento del trabajo como director de actores. Pero, por supuesto, el diez por ciento restante es más complejo, porque cada actor es distinto, cada uno tiene su manera personal de trabajar, de comunicarse. Y no puedes adivinar cómo va a ser.
Tomemos, por ejemplo, a Jack Palance; alguien que no esperas precisamente que sea un actor atormentado. Bueno, en el primer día de rodaje de Batman (1989), se suponía que íbamos a rodar una escena muy sencilla donde el gángster que interpreta Jack sale del baño. Él me pregunta: «¿Cómo quieres que lo haga?«, y yo le contesto: «Bueno…, pues es un plano muy sencillo: simplemente abres la puerta, sales y caminas hacia la cámara. Eso es todo«. Jack se va detrás de la puerta, ponemos en marcha la cámara y digo «¡Acción!«, pero transcurren diez segundos y no pasa nada. Cortamos, llamo a Jack y le digo a través de la puerta:»¿Va todo bien?«. Él dice: «Sí, sí«. Vale. Encendemos la cámara otra vez y digo: «¡Acción!» y no pasa nada. Vuelvo a llamar a Jack y, a través de la puerta, intento explicárselo otra vez: «Es sólo un plano donde sales del baño, Jack. ¿De acuerdo?«. Él contesta: «Vale«; volvemos a encender la cámara y digo: «¡Acción!«, y una vez más sigue sin suceder nada. Así que cortamos y decido ir a verle y preguntarle qué problema tiene. Y él se disgusta mucho, me refiero a que me mira fijamente, enfadado y me dice: «¿Quieres dejar de presionarme? ¿No ves que necesito un poco de tiempo para concentrarme?«. Me quedé estupefacto. Para mí, no era más que un estúpido plano de alguien saliendo de un cuarto de baño, pero, para él, era obvio que estaba sucediendo algo mucho más complejo.
Ese día comprendí lo importante que es escuchar a los actores. Por supuesto, tienes que dirigirlos, pero lo que importa de verdad es enseñarles cuál es el objetivo. Después, les corresponde a ellos decidir cómo quieres alcanzar ese objetivo. El motivo por el que me gusta trabajar con Johnny Depp, por ejemplo, es que siempre prueba un tono diferente, de una toma a otra, hasta que encontramos algo que funciona. Ensayo muy poco, porque me asusta que la interpretación se convierta en algo demasiado técnico y que perdamos la magia que suele producirse en las primeras tomas. Además, pongo empeño en no mirar la escena en el control de video, sino en observar a los actores directamente. De no hacerlo así, me parece que crearía una distancia entre los actores y yo, y en última instancia, entre los actores y el público.