Quizás para muchos el nombre de Mathieu Kassovitz forme un gran signo de interrogación en sus mentes, pero de seguro muchos recordarán al pusilánime enamorado de Amelie en la película del mismo nombre de seguro ya tendrán una imagen.
Les cuento que este muchacho no solo actúa en películas sobrevaloradas como la ya mencionada, sino que además oficia de director en varias interesantes películas como El odio y Los ríos de color purpura, aunque también tiene sus caídas que no mencionaremos por esta ocasión.
Por lo que en los Dichos del Director de esta semana dejamos al Sr. Kassovitz para que nos hable de su experiencia y sus impresiones sobre el trabajo del guión.
El guión es la base. Sin un guión sólido, el director no puede ir a ninguna parte. Por supuesto, el guión no lo es todo, puede incluso revelarse completamente engañoso. En el guión de Los ríos de color púrpura, las idas y venidas de Jean Reno y Vincent Cassel al principio del filme eran mucho más rápidas, y sobre el papel parecía tener marcha.
Pero al montar las secuencias me di cuenta de que iba demasiado rápido, y que, en tanto espectador, me sentía frustrado al no detenerme lo bastante en cada personaje. Así pues, hubo que cambiarlo todo en el montaje. Pero aunque el guión nunca es perfecto, ha de ser lo suficientemente sólido y logrado para imbuir de confianza al director. En películas como Métisse y El odio el guión era el 100 % cuando empecé a rodar. Pero se trataba de temas personales en los que pensaba desde hacía tiempo y que dominaba inconscientemente.
En el caso de Los ríos de color púrpura fue un poco más complicado. Adaptar una novela es realmente un ejercicio de matemáticas, cuya finalidad es lograr determinar qué conservamos y qué suprimimos. Es como disponer de la carrocería de un coche y tener que decidir qué piezas introducimos en el motor y en qué orden, para que el coche sea lo más veloz posible pero también para no rompernos la crisma con él. La novela es mucho más rica, no podemos conservarlo todo. Y además hay un problema de temporización, porque un thriller debe ser tenso, y si el filme es demasiado largo todo se derrumba. Por lo tanto, ¿qué sacrificamos y qué destacamos? Evidentemente, al realizar una película destacamos todo cuanto es visual e intentamos eliminar lo que es demasiado explicativo, o intentamos transmitirlo a través de elementos visuales.
Y a continuación, hay que fiarse de los actores y de la magia del cine. En el libro hay páginas y páginas que relatan el pasado del personaje principal. En la película no hay tiempo. Entonces cogemos a Jean Reno, le ponemos una vieja chaqueta de cuero en la espalda y, normalmente, cuando el espectador lo ve, se dice: «Ese tipo ha vivido». Sin embargo, soy consciente de que hay zonas de sombra, que no todo en la película se ha explicitado a la perfección, pero por encima de todo cuento lo que llamo «el efecto Pizza Pino». Es decir, que a priori, después de ver este tipo de películas, los espectadores cenan con sus amigos en Pizza Pino, discuten, cada uno explica lo que ha comprendido y, poco a poco, se ordenan las piezas del puzzle. Y luego, si de verdad necesitamos la receta, siempre tendremos el libro…