Tiempo atrás, mientras el equipo Editando compartía un grato momento de camaradería audiovisual con una respetada Casa Productora de Concepción, el nombre de Jorge Sanjinés salió en la conversación. Ignorante de a quien se referían tuve que llegar a casa a investigar quien era este hombre que tanta admiración causaba y entre las lágrimas de mi ignominia descubro que el gran aporte que ha sido la figura de Sanjinés dentro del cine latinoamericano.
Desde entonces estaba pendiente el compartir en los Dichos del Director alguna de las ideas que Sanjinés tiene sobre el cine, de cómo este debe ser un método que se alinea en la búsqueda de un arte popular, con el propósito de servir y de contribuir a la lucha.
Sin más dilación los dejemos con lo que Jorge Sanjinés nos tiene que decir.
El cine popular tiene como objetivo acercarse profundamente a los contenidos culturales vivos del pueblo, captar sus necesidades y sus ritmos internos y modos expresivos. Obreros y campesinos tienen inquietante avidez por la información. Por las consideraciones antes mencionadas, son espectadores extraordinarios a quienes no se ha logrado condicionar ni automatizar a la operación disociadora y disolvente de los medios en manos enemigas del pueblo. Son, pues, nuestros mejores destinatarios.
La actitud de obreros y campesinos frente al cine que trata sus problemas no es de consumo, sino de avidez descubridora, de atención conmovedora y, lo que es más importante, de participación. Esto lo hemos visto, lo hemos experimentado y nos ha hecho cambiar mucho lo que hacíamos. Nos ha modificado sustancialmente. Hemos resultado más modificados nosotros de lo que pretendíamos modificar a los demás.
Un espectador participante no puede ser un consumidor, y al ser participante deja de ser espectador para convertirse en parte viva del proceso dialéctico obra-destinatario. La obra, si consigue la integración, modifica al destinatario, y éste modifica a su vez a la obra aportando su experiencia humana y social. Las observaciones y críticas que recibimos en las proyecciones populares nos hicieron cambiar el cine que hacíamos.
No podríamos ocuparnos ya más de los problemas sentimentales de un personaje aunque éste tuviera una importancia capital en un determinado hecho histórico. Ese tiempo es reclamado para explicar cosas de mayor importancia y ese personaje sólo importa en cuanto su relación con los demás determina cambios o permite conocer mejor las cosas.
Debemos desatar lo que podríamos llamar una ofensiva en la tarea de la difusión del cine comprometido, comprendiendo este término como el compromiso con el pueblo y la lucha por la liberación.
Consideramos por una parte que es urgente que los cineastas visualicen correctamente a los destinatarios y trabajen en la elaboración de un lenguaje en función de ellos y no de la crítica (que sería resbalar de lleno en el tragamonedas de la ideología burguesa), y que, por otra parte, asuman la responsabilidad de difundir sus materiales. Esta tarea revolucionaria de por sí requiere gran dedicación. Ya hemos visto que el cine revolucionario no solamente no entra al sistema (salvo especialísimas situaciones en especialísimas coyunturas y con especialísimas películas, porque podemos recordar que se hace un cine falsamente político, un cine de efectos pero no de análisis de causas, que no le hace daño al sistema y que a veces lo favorece; y también podemos recordar que lo que en verdad es peligroso, el sistema no lo tolera) y que la actitud del espectador de las salas comerciales, cuando aquello sucede, no es la más deseable; entonces con mayor razón debemos trabajar para hacer llegar nuestros materiales allí donde mejor sirvan, a los que por su actitud sacarán mayor provecho con ellos, beneficiándose también al intercambiarnos sus propias experiencias.
Para hacer posible esta labor un cineasta necesita relacionarse con quienes puedan recibir las películas y utilizarlas correctamente, y su trabajo será también el de multiplicar sus relaciones para organizar la difusión a través de las organizaciones progresistas de difusión cinematográfica, de las universidades, de las organizaciones populares clasistas que llevan el cine al pueblo.