Durante mi formación académica, es decir cuando era más idiota que lo que soy ahora, en una clase de historia del arte nos hicieron ver Ararat, drama que nos da algo más de luz sobre aquel terrible suceso histórico que acabó con la matanza indiscriminada de miles de armenios a manos de los turcos. Como dije, en ese tiempo era más ignorante que ahora por lo que desconocía por completo dicha película y a su realizador.
Atom Egoyan es el realizador que en mi ignominia desconocía, así que como no quiero que nadie más vuelva a pecar de ignorante vamos a compartir algo de su experiencia en los Dichos del Director de esta semana, en los que Egoyan se explaya en su forma de entender la gramática del cine y como lo liga con los sueños.
«Hay una gramática básica del cine que funciona para todo el mundo. Y aunque en efecto quieras hacer algo que la contravenga para afirmar tu originalidad, a veces esta gramática es la mejor manera de narrar algo, y no debes reaccionar contra ella sólo porque sea convencional. De hecho, mi teoría personal es que si el lenguaje fílmico ha evolucionado tan poco desde su invención es porque se corresponde con el modo en que soñamos. Soñamos en planos generales, planos medios y primeros planos. Si observamos las otras formas de expresión artística, como la música o la pintura, advertimos que han atravesado grandes cambios. Pero lo sorprendente del cine es que desde el momento en que hemos empezado a elaborar imágenes parece que hemos desarrollado intuitivamente ese conocimiento casi científico del lugar que corresponde a la cámara. Y creo que la razón de ello es que todas las noches soñamos de ese modo. En mi opinión esto explica por qué todas las tentativas de romper con esta gramática, por innovadoras que sean, nunca duran demasiado. Probablemente porque se alejan mucho de esa noción instintiva que tenemos de la narración visual.
Al abordar el rodaje de una escena, en primer lugar trato siempre de articularla en un plano de conjunto, porque las situaciones que pongo en escena a menudo son extremas o improbables, y hay en ellas un aspecto que podría parecer fabricado. Pero si logro establecer una realidad física que se desarrolle en tiempo real, en un plano conjunto, esto puede contribuir a la alquimia general.
Sin embargo, hay otros momentos en los que resulta interesante cortar y observar qué llama la atención de la cámara a fin de re-vigorizar y conferir una sensación de determinación a la progresión dramática. Una elipsis puede ser muy poderosa en función de lo que elegimos no mostrar, por ejemplo, si un personaje dice algo muy provocador a otro y optamos por no mostrar el rostro de la otra persona. Esto crea una tensión extraordinaria e incita al espectador a imaginar cómo ha reaccionado el otro.
El modo en que explico todo esto puede dar la impresión de que lo domino perfectamente, como si se tratara de una ciencia exacta. Pero claro, no es así. La mayor lección que he aprendido en materia de realización es a ser flexible, aceptar que algunas cosas pueden no funcionar, y ceder.
En cada película tengo un proyecto formal establecido. Sin embargo, he descubierto que las cosas que a menudo hacen despegar una escena son las que menos tenía previstas.»
Saludos.-