Una semana más de Dichos de Director, en la que aprendemos de la experiencia de realizadores que ya se han fogueado en las revoltosas aguas cinematográficas.
Para esta ocasión tenemos al siempre polémico Lars Von Trier, ya sea por sus desafortunados dichos o por escenas que muchos califican de alto calibre. Más allá de todo eso, Von Trier se ríe de toda la prensa que le rodea y se dedica a hacer las películas que les gustan y de la manera que más le acomoda en cada ocasión.
No existe una gramática del cine. Cada filme crea su propio lenguaje. En las primeras películas que dirigí, todo estaba previsto con detalle en el storyboard. Me parece que en Europa, por ejemplo, no había ni un plano que no estuviera en el storyboard, porque era el apogeo de mi período como «maniático del control». Estaba haciendo películas muy técnicas y quería controlarlo todo, cosa que convertía al proceso de rodaje en algo muy doloroso. Y los resultados no eran forzosamente mejores; de hecho, quizás sea Europa la película que menos me gusta actualmente.
El problema que tiene querer controlarlo todo es que cuando has hecho el storyboard de todo y lo has planificado todo, rodarlo sólo se convierte en una obligación. Y lo terrible de ello es que acabas consiguiendo únicamente el setenta por ciento -con suerte- de lo que soñabas; por eso la manera que tengo ahora de hacer las películas es mucho mejor.
Por ejemplo, en un filme como Los Idiotas, no pensé ni un segundo en cómo iba a rodarlo hasta que me puse a hacerlo. No planeé nada. Simplemente, estuve ahí y filmé lo que estaba viendo. Cuando haces eso, empiezas, realmente desde cero y cualquier cosa que suceda es un regalo. Así que no hay lugar para la frustración.
Por supuesto, todo se debía a que estaba rodando yo mismo y con una cámara de video pequeña. Así que, en realidad, ya no se trataba de una cámara; era mi ojo, era yo observando. Si un actor decía algo a mi derecha, simplemente me volvía hacia él y, luego, me volvía hacia el otro actor cuando contestaba y, después, igual me giraba a la izquierda si oía que pasaba algo en ese lado. Por supuesto, hay cosas que te pierdes con esta técnica, pero hay que elegir.
Una de las grandes ventajas de rodar con video es que el tiempo deja de ser un factor. Algunas de las escenas que acabaron con una duración de un minuto en la película duraban una hora cuando las rodé, cosa que una estupenda manera de trabajar. Así que, por ahora, sigo con el video. Sencillamente, es fantástico poder filmar y filmar sin parar. Hace que los ensayos no tengan sentido. Empleo los momentos previos al rodaje para comentar los personajes y, luego, los actores saben cuál es la acción por el guión y empezamos a filmar. Y tal vez lo filmemos veinte veces; y no tienes que preocuparte de si tiene sentido, visualmente hablando, hasta que estás en la sala de montaje.