Vuelve la columna sobre cine y discurso escrita por el director de BioBioCine, Francisco Toro Lessen, para nuestro humilde portal audiovisual.
Hoy la película escogida viene desde el otro lado de la cordillera, situación que es muy probable se repita pues Francisco es un consumidor empedernido del Cine trasandino. Luego del salto, «El Camino de San Diego» en la columna de cine y discurso de esta semana.
El Camino de San Diego y el modelo impuesto por los medios
Esta semana en que en nuestro hemisferio se vive el cambio de ciclo, en que el planeta en que vivimos comienza un viaje de vuelta hacia el sol, en que las plantas se desnudan para recibir la lluvia y poder tomar fuerzas para seguir creciendo, puede ser un buen momento [para quien así lo sienta]para reafirmar convicciones, plantearse objetivos y revisar el camino andado.
En este mismo contexto quiero recordar a un joven cuya convicciones, cuya pasión lo llevó a mover todo su mundo por realizar un sueño en que solo él creía. Su nombre Tati Benítez.
Cuando Carlos Sorín nos comienza a invitar a este viaje, lo primero que ocurre es que no estás seguro si estás frente a una ficción o un documental, la atmósfera del film y la puesta en escena, sus personajes y sus relatos a cámara permiten que ingreses al relato con una extraña percepción de realidad.
Es así como te encuentras en medio de la selva, con un hombre como cualquiera de protagonista, frente a la sencillez característica de las películas de Sorín, donde la simpleza es parte de esa realidad, se vive el día a día.
El camino de san diego es un relato enmarcado en la vida de un hombre que queda sin trabajo fruto del azar, lo que se transforma finalmente en una puerta hacia su encuentro con el más grande de sus ídolos. Aunque el lugar donde vive el Tati está alejado de la vida moderna y las grandes urbes, no está ajeno a esa Argentina futbolizada, el 10 tatuado en su espalda habla de ello. Toda su vida gira entorno al “Diego”, el nombre de sus hijos y hasta dos loros que tiene en su casa cantan “maradó, maradó”.
La cosa es que un día el Tati encuentra un tronco en el que sólo él ve reflejada una épica imagen de Maradona. Una extraña sensación de haber encontrado algo especial ocurre en su interior, algo mágico y sobrenatural, Tati siente que es lo más grande que le ha ocurrido en la vida.
Justo en aquel entonces informan en un noticiero sobre una recaída del Diego que tiene a media Argentina rezando por él a las afueras de una clínica. Esto detona en el personaje unas ansias por ayudar a su ídolo, dejar todo atrás y embarcarse en un viaje épico para verlo y entregarle aquella imagen tan preciada, que ahora toma más sentido.
La búsqueda de imágenes o de referentes es una necesidad del hombre, en algunas etapas de la vida más que otras, pero qué tipo de referentes son los que tenemos es el tema en cuestión.
Siempre me ha llamado la atención las personas que por un cantante o un grupo acampan en las afueras de un estadio durante días con la finalidad de estar más cerca del escenario, me pregunto siempre ¿Y esta gente no trabaja?
Cuando ves adolescentes gritar por su ídolo, o la gente que acompaña a un equipo de fútbol por todos lados, ocurre lo mismo, pero siempre le buscamos una justificación a este comportamiento, ya sea en la edad, el nivel cultural y tantas otras cosas que nos permitan no sentirnos culpables de la sociedad que hemos construido. La cosa aquí es clara, los ídolos y los modelos a seguir son finalmente los que los Medios y la carencia de pensamiento crítico [fruto del sistema instalado por los gobiernos a través de una mala educación] nos permiten acceder.
Atrás quedan referentes políticos, pensadores, filósofos, eso es para tontos, porque si hay un partido de fútbol el país se detiene, para el festival de viña toda la programación televisiva se establece en torno a cantantes y personajes faranduleros, incluso los noticieros, que se jactan de ser un espacio serio y respetado, hace rato ya utilizan largos minutos en persecuciones de artistas y datos bien lejanos a lo que realmente es importante, los diarios por otro lado el mismo cuento, finalmente el tipo de ídolos y referentes que tienen los jóvenes y muchos adultos también, son los que les permitimos que nos instalen.
El Tati es un claro ejemplo. ¿Qué es lo que hace a un hombre tatuarse en la espalda el número 10, querer ponerle Diega a un hija, dejar a la familia botada y cruzar media Argentina tan sólo por ver a una persona?
Sé que es facilista echarle la culpa al sistema, casi un cliché o un lugar común, pero esto es así, porque siempre va a ser más cómodo para quien está arriba lidiar con un «grupito» de niños que están preocupados por el último disco de un cantante o por juntar plata para ir a un concierto, ir a la disco de moda, o comprar el último teléfono para chatear con los amigos.
Porque cuando los referentes son otros, se toman los colegios, la gente marcha, pide lo que necesita y comienza a pensar y a desconfiar, a interesarse por lo que le ocurre al que está al lado y a valorar lo que cree.
El final del relato de Sorín hace razón a lo que trato de exponer, la tierna ingenuidad del Tati lo empuja a enfrentarse a la realidad, a romper esa imagen idealizada de su ídolo, se derrumba su mundo creado.
¿Viste la película?
Tus opiniones como siempre son bienvenidas en los comentarios! 😀