Centrándose en las ilusiones rotas, el amor perdido y la angustia existencial, el cinéma du désenchantement de la década de 1930 en Francia se caracterizaba por el compromiso a la hora de abordar las cuestiones a las que se enfrentaban las clases más pobres con un naturalismo lastimero que desechaba las convenciones idealistas de Hollywood.
Hoy, como es nuevo martes de 100 ideas que cambiaron el Cine, volvemos en el tiempo para redactar una más de esas columnas que raramente encontrarás en otro sitio y que tal vez tu profesor de Cine sólo te mencionó a la pasada. Por lo mismo, siga leyendo, le hará bien 🙂
Idea n° 50 | El realismo poético: Lo social «fantastique»
Enraizado en la literatura populista de Pierre Mac Orlan y Francis Carco, así como en las sombrías películas mudas filmadas en París en la década de 1920, el realismo poético ha ejercido una influencia que excede en gran medida su limitada producción original. Lo prefiguraron dramas social-realistas como La petite Lise [1930], de Jean Grémillon, o La rue sans nom [1932], de Pierre Chenal, así como Bajo los techos de París [Sous les tois de Paris, 1930], Viva la libertad y El Millón, ambas de René Clair. Asimismo la trilogía Marius [1931 – 1936], de Marcel Pagnol, trascendió sus orígenes teatrales y anticipó el neorrealismo mediante el uso de localizaciones exteriores en la Provenza.
Pero fue la combinación de la no industrialización del Cine Francés y el clima de cambio político causado por el ascenso y la caída del Frente Popular lo que permitió que prosperase esta forma cinematográfica, a la que Mac Orlan se refirió como fantastique social.
Jean Vigo describió de manera excepcional la absoluta pobreza urbana con una sensibilidad vanguardista en L’Atalante [1934]. Las películas de Marcel Carné, Jean Renoir y Julien Duvivier compartían una veracidad emocional del día a día que se consiguió mediante una mezcla de autenticidad de la calle y estilización de estudio de diseñadores como Alexandre Trauner y Lazare Meerson.
Los trabajados guiones de Jacques Prévert, Charles Spaak y Henri Jeanson prefiguraron la «tradición de calidad» que tanto indignaría a Franςois Trufffaut y que suscitaría la politique des auteurs [política de autor] y la nouvelle vague.
Pero el crítico André Bazin detectó en ellos una curtida prosa de «invisible poética» que no sólo influyó en el cine negro de Hollywood, sino también en el cine «de disidentes» de la posguerra, cuyos antihéroes recordaban al hombre de la calle interpretado por el actor francés Jean Gabin, que veía condenada al fracaso su lucha por la felicidad y la pasión a causa del entorno, el destino y ciertas debilidades inherentes.
A medida que el optimismo colectivo de Le crime du Monsieur Lange [1935] y La vie est à nous [1936] daban paso al aislamiento y la desesperación de la entrada inexorable de Francia en la guerra, Gabin sirvió como barómetro de la autoestima nacional en Pepé le Moko [1937], de Duvivier; La gran ilusión [1937], y La bestia humana [1938], de Renoir; y Quai des brumes [1938] y Le jour se lève [1939], de Carné.
Pero fue la derrotista sátira de Renoir «La regla del juego» [1939] la que extirpó el realismo poético. Carné trató en vano de revivirlo en la década de 1950, pero el público deseaba dramas más ásperos sobre gángsters, jóvenes rebeldes y mujeres caídas en desgracia.
«La règle du jeu»: Todo el mundo miente
Imponiendo la filosofía que mucho más tarde haría propia el mítico Dr. [H]ouse, Jean Renoir nos deja en su película una líneas sobre la mentira, los medios, la vida misma. No mucho ha cambiado desde entonces, mire…
Jean-Luc Godard concibió Banda aparte [Bandeà pont, 1964] como una «película francesa con una atmósfera de posguerra«, y el espíritu de realismo poético ha imbuido desde entonces las obras de directores como Robert Bresson, Agnès Varda, Jacques Demy, Olyver Assayas, Atom Egoyan, Terence Davies y Aki Kaurismäki.