Para los más despistados, que deben ser los menos, semana a semana traemos citas seleccionadas de esos hombres tras las sombras, los montadores, en esta pequeña sección conocida como Dichos del Editor.
Hoy es Tim Squyres, a quien algunos quizás recuerden de películas como Gosford Park, Syriana y Hulk. Aquí habla sobre cuánto importan las emociones en el montaje y cuál es el mayor reto de un montador.
Con Sense and Sensibility (1995) entendí que uno de los aspectos más importantes del trabajo del montador es gestionar las interpretaciones. Muchos perciben el montaje como un oficio técnico, pero lo más importante en esa película fue ver algo que había hecho Emma Thompson, y luego visionar otra toma, y decir: «Hmmm, esto no está bien». No sólo se me permite decir este tipo de cosas, sino que mi trabajo consiste en eso precisamente. Se me pide que juzgue esas tremendas interpretaciones. Es un oficio muy emocional. Tienes que experimentar las emociones inherentes a la escena y creer en ellas, y tratas de conservarlas día tras día y sacar lo mejor de cada interpretación, que es algo muy distinto de limitarse a cuadrar los giros de las cabezas y crear tempos rápidos. En la base de esta profesión se encuentran las interpretaciones, y creo que si le preguntas a la mayoría de los montadores de qué escena están más orgullosos, no será una de acción. Será una escena emocional, centrada en el diálogo. Éstas son nuestro mayor reto.
En Sense and Sensibility, todos los personajes guardan secretos, así que cuando uno dice algo, significa una cosa para esa persona y algo distinto para otra. Si estuvieras en la habitación, tu cabeza no pararía de dar vueltas, porque te interesaría saber lo que piensa cada persona. En una escena así hay muchas cosas en las que fijarse, de modo que existen muchas maneras de cortarla. A veces hay que cortar porque alguien se ha equivocado en una línea de diálogo o porque hay que cambiar de toma, pero siempre hay que intentar que parezca que el corte se ha hecho por una razón, y no para ocultar un error. Cada corte debería tener una motivación, aportar información nueva. Así que en una película como Sense and Sensibility, siempre hay recursos posibles, porque las escenas son muy ricas en emociones y temas. Hay que mostrar muchísimas cosas, y en el filme, algunas escenas están cortadas a un ritmo muy rápido; espero que no de forma molesta, porque cada plano presenta algo nuevo.
Películas como The Ice Storm, Gosford Park o Syriana son mucho más complicadas, porque gran parte del trabajo consiste en recolocar escenas en lugar de cortarlas, en cuyo caso lo normal es añadir un mes o dos a la posproducción. The Ice Storm fue difícil. No se centra en argumento. Es relativamente desestructurada y contiene varias historias entrelazadas. Y como la película se escribió como una especie de sátira y se dirigió más bien como un drama, gran parte del tono se tuvo que descubrir en la sala de montaje. Quizás sea el filme más reestructurado en el que he trabajado con Ang. Nadie se ponía de acuerdo sobre qué funcionaba y qué no, ni sobre cómo arreglarlo.
Hacia el final de Sense and Sensibility habíamos llegado a un punto en el que estábamos muy satisfechos del montaje final; en The Ice Storm, no encontrábamos nunca en ese punto. Al final, llegó el momento de parar. Durante años no pude visionar la película, pero tras unos cinco años la volví a ver y pude apreciarla por lo que era, y me dije: «Este filme es bastante bueno». Me parece divertido que la gente me diga: «Esa película parece muy bien realizada, como si la hubieras diseñado para ser exactamente como es». Yo me limito a sonreír y decir: «Gracias».