El estigma social que se ha aplicado a la pornografía ha sido tan perdurable que se le ha excluido en gran medida de la historia del cine, incluso aunque pueda trazarse una línea continua de producción independiente desde las diapositivas de las linternas mágicas del siglo XX hasta la multimillonaria industria actual, con su propio sistema de estrellas, su circuito internacional y sus galardones.
Martes con historia cinéfila en editando, como ir a una clase pero con más sustancia y en sólo 10 minutos de tu vida. Para más, puedes buscar las restantes 100 ideas que cambiaron el Cine, cada una con interesante material siempre didáctico.
Idea n° 85 | La Pornografía: Más allá de lo que vio el mayordomo
Comparadas con las imágenes indecentes de las linternas mágicas, los estudios de movimiento de figuras desnudas que realizó Eadweard Muybridge o las insolentes travesuras que se veían por el mutoscopio [que en Gran Bretaña se conocía como la máquina de «lo que vio el mayordomo«] eran decididamente insulsas.
Lo cierto es que las eróticas colaboraciones de Eugène Pirou con Louise Willy empujaron a Louis Lumière y a Georges Méliès a realizar arriesgadas películas de un rollo, y algunas empresas de Centroeuropa y Sudamérica empezaron enseguida a producir en serie los llamados «smokers», que se denominaban así por proyectarse en los salones de fumadores de los clubes masculinos y los burdeles.
El striptease y las escenas de baño dieron paso a la representación gráfica de actos sexuales, que variaban desde lo superficial, como en A Free Ride [1915], de A. Wise Guy, a lo perverso, como Saffo e Priapo [1922], de Gabriellino D’Annunzio.
Pero la imposición de la censura en Europa y Estados Unidos confinó a estas películas para un público masculino a las proyecciones privadas y educativas o a las cabinas operadas por monedas.
Las películas verdes permanecieron en el terreno de lo amateur y el tabú durante las siguientes tres décadas. Pero la combinación de la segunda guerra mundial, las investigaciones de Alfred Kinsey y de Master & Johnson sobre el comportamiento sexual humano, y el influjo de películas eróticas como Y Dios Creó a la Mujer en 1956, de Roger Vadim, ayudaron en gran medida a la liberalización de las actitudes hacia el sexo en el puritano Estados Unidos.
Inside Deep Throat
En 2005 un documental recogía la historia y el contexto de la película que para muchos, lo cambiaría todo. Su realización de 6 días con un costo de 25 mil dólares traería beneficios por tantos millones que ni contarlos valía la pena.
Inspirados por el nudie-cutie de Russ Meyer The Immoral Mr Teas [1959], Radley Metzger, Doris Wishman y Joseph W. Sarno produjeron docenas de películas transgresoras y sexis para su proyección en grindhouses por todo el país. Títulos como Sin in the Suburbs [1964] o Carmen, Baby [1967] suscitaron booms de softcore en Dinamarca, Suecia y Japón, y cuando el Código de Producción fue sustituido por un sistema de clasificación, el éxito estadounidense de estas importaciones cada vez más hardcore abrió el camino de Tras la puerta verde [Behind the Green Door], de Artie y Jim Mitchell, o Garganta Profunda [Deep Throat], de Gerard Damiano [ambas de 1972], que convirtieron en estrellas a Marilyn Chambers y Linda Lovelace, respectivamente. También popularizaron un porno chic para espectadores tanto masculinos como femeninos, y fomentaron una mayor apertura sexual en películas comerciales, como El último tango en París [1972], de Bernardo Bertolucci.
Sin embargo, la fase del porno en la gran pantalla fue breve, pues las películas de género y las imágenes de archivo migraron al video, lo que les permitió hacerse cada vez más explícitas y dirigirse a mercados específicos de heterosexuales, gays y otros.
Tras sobrevivir a una reacción opuesta feminista, a la operación de la National Obscenity Enforcement Unit, al escándalo de Traci Lords y la aparición del sida en la década de 1980, el negocio del porno estadounidense floreció hasta llegar a generar más de 13.000 millones de dólares en 2007 entre las ventas de DVD, los canales de televisión a la carta, las páginas de Internet y el video disponible en celulares.
La accesibilidad parece haber hecho el porno más aceptable: algunas películas elogiadas como Boogie Nights [1997], de Paul Thomas Anderson, o Torremolinos 73 [2003], de Pablo Berger, han satirizado la industria; y Los idiotas [Idroterne, 1998], de Lars von Trier, o Romance [1999], de Catherine Breillat, contenían imágenes de erecciones y actos sexuales sin censurar.
Trailer – Torremolinos 73
Lo cierto es que a medida que se hace más borrosa la línea divisoria entre representaciones maduras de lo sexual y lo sexploitation, la pornografía continúa provocando controversia.
¿Alguna que viste y te dejó con los hojos de huevo frito?
1 comentario
Buenísimo.