Tercera aparición del montajista de películas como The Town , Magnolia y The Royal Tenenbaums, el gran Dylan Tichenor, en esto que conocemos como los Dichos del Editor.
Trabajar las actuaciones de los actores, darles forma final, cuidarlos, son parte de las funciones que un montador tiene que llevar a cabo y Tichenor en esta ocasión, nos cuenta cómo ha sido su experiencia en este ámbito. Además, Dylan reflexiona sobre cómo ha afectado a la industria la modernización del trabajo de montaje, pasando de la Moviola a los sistemas de edición no lineal.
Algunos actores te dan una toma 1, de principio a fin, y piensas: qué bueno. O una toma 3 de, de principio a fin, y también resulta buenísima. Otros actores te dan siete tomas con ideas distintas en cada una, y se puede escoger fragmentos de las siete. A veces no funciona; en muchas ocasiones al montar la primera versión, obtengo interpretaciones tipo Frankenstein, realizadas con muchos trocitos, y entonces tengo que volver atrás y decidir qué es lo más importante y trabajar a partir de eso.
El montaje puede salvar una interpretación pero también puede destrozarla. Siempre existe la oportunidad de mejorar o empeorar las cosas, y esto es especialmente cierto en el caso del montaje. Puedes tener una interpretación que parece muy irregular y poco interesante en el metraje y convertirla en algo unitario e interesante mediante el montaje.
Pero también hay actores que te dan oro, y corres el riesgo de destruirlo si cortas y pegas demasiado. Daniel Day-Lewis es uno de esos actores excepcionales que están tan implicados y tienen tanto talento que es muy raro que te ofrezcan un momento malo. Actuar es muy difícil, y todo el mundo puede cometer errores en algún momento, pero en There will Be Blood (Paul Thomas Anderson, 2007) Daniel estuvo siempre impresionante. Estaba viviendo el personaje, y eso se puede ver en la pantalla. No hay muchos actores que sean capaces de hacer algo así.
Veo los dailies de la forma que siempre lo he hecho: tomando notas muy específicas. Ahora suelo visionar el material digitalmente en la sala de montaje, porque ya nadie lo ve. Pero lo veo de esta forma porque quiero tener la sensación de visionarlo en una sala oscura, en una pantalla, para poder observar los ojos de los actores y sentir lo momentos con intensidad. Ésta es la parte más importante de mi trabajo.
El mundo ha cambiado. Intento salir un poco de mis métodos habituales para poder enseñar a mis ayudantes las cosas que sé. Pero creo que no entienden de forma tan amplia el sonido, el montaje y el ritmo de una película. Sé que parezco un viejo contando batallitas, pero cuando yo empecé en el cine, teníamos rebobinadores. Utilizábamos sincronizadores, lápices grasos y Moviolas.
El laboratorio enviaba rollos de película de miles de metros que cortábamos con cuchillas, y teníamos que desenrollar todo el rollo y mirar todo el montaje para encontrar algo.
Ahora ya no hay que hacer nada de eso. Puedes saltar de un punto a otro, lo que cambia un poco la forma en que funciona la mente. Es difícil enseñar ritmo y sensibilidad, pero creo que antes se aprendía mejor, porque el ayudante tenía que sentarse al lado del montador y ver con él todo el metraje. Trato de ver mucho metraje con mis ayudantes y les doy escenas para que las corten y saquen ideas. Probablemente no lo hago tanto como debería, pero sí más que la mayoría de montadores. Estas tareas ya no forman parte del sistema.
En los viejos tiempo tenías que estar más seguro de tus ideas. Había que reflexionar y tener un punto de vista fundamental sobre lo que querías conseguir. Ahora, con los computadores, hay menos reflexión. El montaje no lineal ha supuesto un enorme cambio en nuestra industria, y nos permite probar muchas cosas distintas y guardar varias versiones. Pero creo que con esta libertad se puede perder habilidad y cierta concentración. No estimula el pensamiento profundo, sino el superficial. Como el tiempo apremia menos, somos más despreocupados.
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