Los Dichos del Editor, esta pequeña sección donde estos artesanos que dan forma a las películas nos cuentan parte de los secretos de su oficio, esta semana nos vuelve a reunir con Lee Smith, quien ha trabajado muy de cerca con directores de la talla de Peter Weir y Christopher Nolan.
Es precisamente el trabajo con este último el tema de esta ocasión, como fue el encarar el desafío de Inception y The Prestige. Si ustedes, queridos lectores, las han visto, seguramente querrán saber algo más del detrás de bambalinas de estas realizaciones y esta es la oportunidad de hacerlo.
Siempre me sorprendo cuando monto escenas, las veo, y pienso: «Bueno, esto más o menos funciona, pero no recuerdo como he llegado hasta aquí». Tienes que confiar en tu intuición. No me cuestiono lo que pienso la primera vez que veo algo. Como dice Chris Nolan, hay un millón de formas de montar una escena, pero sólo existe una correcta. Cuando estás ante muchísimo material, si empiezas a dudar de todo, vas a tardar mucho tiempo en montar un filme.
En general, sólo leo el guión una vez; a menos que sea una película de Nolan, en cuyo caso lo leo unas cinco veces. Inception (2010) fue probablemente la experiencia de montaje más intensa de mi vida. Estaba terminando The Way Back (2010), de Peter Weir, cuando empezó la producción de Inception, así que le pedí a mi ayudante, John Lee, que hiciera el primer montaje para Chris. Yo llegué bastante tarde, faltaba un par de meses para terminar el rodaje, y Chris no quería que viera nada del trabajo de John. Deseaba que montara estrictamente sobre los dailies, que era más o menos lo que yo preveía. La ventaja fue que pude llegar a la película mientras aún se estaba rodando y empezar por la escena uno, cosa que nunca había podido hacer, aunque no estoy seguro que este sistema me permitiera darle más sentido al filme. Había una enorme cantidad de material y muchísimas ideas conceptuales que iban y venían mientras estaban rodando. El guión, naturalmente, es útil al principio. Pero cuando la película está rodada, éste resulta irrelevante, y tienes que montar con lo que te dan. Hay que dejar que las imágenes hablen.
El montaje paralelo entre los distintos niveles de sueños fue en especial complicado. Mi enfoque consistió en construir cada secuencia como algo independiente, y luego empecé a mezclar, descubriendo dónde estaban los mejores puntos de transición. Algunos de ellos ya estaban en el guión, otro no, y otros los fui descubriendo a medida que avanzaba. Fue como una partida de ajedrez gigantesca, y yo debía seguir haciendo movimientos. De vez en cuando daba un paso en falso, y me daba cuenta de que cierta secuencia se había alargado demasiado y había perdido el hilo. Pero en realidad había tantas pistas que los errores se hacían muy evidentes, porque cortaba algo y enseguida veía que no funcionaba.
En el mundo del montaje, como en las matemáticas o en la música, todos tenemos un reloj interno. Cuando tu reloj va a destiempo, lo notas enseguida. Al menos yo lo advierto. Es como un golpe de martillo. Si veo algo que es incorrecto, no es sutilmente incorrecto. Es como una alarma que se dispara. El truco consiste en visionar la película una y otra vez y llegar al punto en el que sabes que todo está bien.
La primera vez que proyectamos Inception fue a las cuatro semanas de terminar el montaje del director. Sólo había cuatro personas: Chris, Emma, su esposa; John Lee, el montador ayudante, y yo. Sentí que estaba razonablemente bien, pero era un filme tan complicado que estuve tenso en todo momento, preguntándome si habíamos hecho lo necesario. Esa primera proyección fue increíble. La película funcionaba muy bien. Estábamos sentados con la boca abierta. Al principio había pensado que ese trabajo sería la madre de todos los problemas; el cubo Rubik del cine.
Naturalmente, si Inception fue una película complicada, The Prestige (2006) lo fue aún más. Cuando montas un filme que es un rompecabezas, la regla es no hacer trampas. En el cine puedes hacer trampas siempre; es la forma perezosa de actuar. Crees que nadie se dará cuenta, pero siempre acabas por decepcionar al público. Queríamos que The Prestige fuera una película a prueba de balas, para que al final, la genta pudiera hacer preguntas hasta la saciedad y tuviéramos respuestas para cada una de ellas. Puede ser peligroso cuando hay que reducir; ciertas líneas de diálogo son partes esenciales del ADN del filme. Algunas pueden parecer menos útiles, de las que podrías permitirte eliminar, pero Chris siempre dice: «No, si eliminamos esto, haremos trampas».
Nunca quiero desconcertar o confundir al público sin una buena razón. En todas las películas hay momentos en los que se puede hacer un buen uso de la confusión, pero no quiero que nadie salga del cine y diga: «Qué ha pasado?» o «No he entendido nada». Por supuesto, existe un pequeño porcentaje del público que siempre entrará dentro de esta categoría. Pero el éxito de un filme es la evidencia de que la historia ha llegado a un público razonablemente amplio, y tengo fe en que «razonablemente amplio» significa «razonablemente inteligente». Si respetas al público, todo funciona.