De seguro lees el título de esta entrada y te preguntas, ¿de qué se trata esto? Bueno, no se trata de Pink Floyd. Tampoco se trata de Zaratustra. Se trata de breves extractos sobre películas que aparecen en el libro Cineclub y que desde hoy en adelante intentaré convertir en sección para compartir con los amigos de editando. ¿no conoces el libro? Entonces no puedes perderte lo que se viene y estar atento a las publicaciones. Siempre después del salto.
Los cuatrocientos golpes, por David Gilmour
Los cuatrocientos golpes [1959] de François Truffaut, clasificada en las películas de arte y ensayo europeas es la primera que el crítico de cine David Gilmour decide mostrarle a su adolescente hijo Jesse luego de hacer con él un trato bastante especial. «sabía que iban a aburrirle hasta que aprendiera a verlas. Es como aprender una variación de una gramática regular«. A continuación iniciamos este camino, así habló David Gilmour sobre la película:
[…] Truffaut, le expliqué, accedió a la dirección de películas por la puerta de atrás; era un estudiante que había abandonado el instituto, evitó el servicio militar y era un ladrón de poca monta, pero adoraba las películas y se pasó su infancia colándose en los cines del París de la posguerra.
Cuando tenía veinte años, un editor compasivo ofreció a Truffaut un trabajo de crítico de cine, lo que media docena de años después lo llevó a dirigir su primera película. Los cuatrocientos golpes [que en francés significa, literalmente, «hacer las mil y una»] era un retrato autobiográfico de los turbulentos primeros años de ausentismo escolar de Truffaut.
Para encontrar a un actor que interpretara la versión adolescente de sí mismo, el director novel de veintisite años puso un anuncio en el periódico. Varias semanas más tarde un chico moreno que había escapado de una pensión del centro de Francia y había hecho autoestop hasta París se presentó a una prueba para el papel de Antoine.
Se llamaba Jean-Pierre Léaud. Exceptuando una escena que transcurre en la consulta de una psiquiatra, la película se rodó totalmente sin sonido -se incorporó más tarde-, porque Truffaut no tenía dinero para el equipo de grabación. Le pedí a Jesse que atendiera a la famosa escena en la que una clase entera de chicos desaparece a espaldas de su profesora durante una excursión por París; mencioné de pasada el maravilloso momento en el que el muchacho, Antoine, está hablando con una psiquiatra. -Fíjate en cómo sonríe él cuando ella le pregunta por el sexo -dije-. Recuerda que no había guión; fue totalmente improvisado.
Advertí justo a tiempo que estaba empezando a parecer un profesor de instituto casposo, de modo que puse la película. La vimos hasta el final, esa larga escena en la que Antoine escapa del reformatorio; cruza el campo, pasa por delante de unas granjas y atraviesa unas arboledas de manzanos hasta que llega al mar imponente. Es como si lo viera por primera vez. ¡Qué inmensidad! Parece que no tuviera límites. Baja por una escalera de madera; avanza por la arena y allí, justo donde empiezan las olas, retrocede ligeramente y mira a la cámara; la imagen se congela y la película acaba.
Tal y como hice en algún momento con las 100 ideas que cambiaron el cine, la idea es compartir estos extractos por demás interesantes con todos los amigos del audiovisual y sobre todo con las nuevas generaciones, que muchas veces ven con distancia el leer un libro completo, pero no así una entrada de blog. Les invito a seguirlas y compartirlas con sus amigos en redes sociales usando los botones que dejamos acá abajo. Saludos!
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