Cuesta creer que haya pasado tanto tiempo desde la última vez que me digné a escribir en este lindo y bello cuchitril audiovisual. Pero como dice el adagio popular, el que se va sin que lo echen vuelve sin que lo llamen, así que aquí estoy de regreso, aunque con el buen trabajo que nuestro Orondo Director ha llevado a cabo durante este lapsus de seguro ni han notado mi ausencia. En fin.
¿Qué veremos hoy? En Editando ya tenemos dichos de Directores y Editores, pero guionistas han tenido pocas apariciones por este lar. Así que a partir de hoy y mientras Internet nos provea de material, recopilaremos conversaciones, diálogos y experiencias de guionistas clásicos y contemporáneos en lo que conoceremos como, [en un derroche creativo] los Dichos de Escritor.
Comenzaremos esta sección con William Peter Blatty, nombre que de seguro fue lo que trajo a muchos a esta entrada y les hizo leer dos párrafos muy innecesarios, quien tiene harto que contar sobre El Exorcista, pues no solo fue el guionista de la película homónima, además es el autor de la novela original.
«Todo comenzó cuando estaba en una clase sobre el Nuevo Testamento con el Padre Gallagher, un profesor jesuita. Un día el padre Gallagher nos contó sobre el caso de una presunta posesión y exorcismo que estaba ocurriendo en un lugar cerca de Georgetown, aunque luego descubrí que fue en Cottage City, Maryland, cerca del Monte Rainier.
Al parecer uno de los curas relacionados con el exorcismo se estaba alojando en el campus de Georgetown, por lo que el Padre Gallagher se enteró de algunos detalles. Todo fue alucinante y discutimos algunos de los fenómenos paranormales en clase. Al final, ciertas cosas que escuchamos en clase resultaron ser erróneas. Por ejemplo, un libro, el texto de rituales en Latín que uno de los curas recitaba durante el exorcismo, repentinamente explotó en miles de pequeños pedazos de papel. Cuando supe más detalles del caso descubrí que esto nunca había ocurrido, pero lo terminé usando en El Exorcista III.
Video con material tras las cámaras. Video y fotografías
Hubo un artículo en el Washington Post que estuvo lleno de detalles interesantes. Estaba intrigado por el hecho que la víctima, un jovencito, no era Católico. Era de una familia Evangélica Luterana, y cuando el fenómeno acababa de empezar –bastante actividad poltergeist– su familia lo envió donde su pastor quien sugirió que el niño pasara una noche en su casa y así poder observar si algo inusual ocurría durante la noche. Bueno, ¡pasaron muchas cosas! La cama del muchacho se movió por todo el lugar y las sillas comenzaron a volar por la habitación. Sintiéndose incapaz de hacer algo, el pastor le sugirió a la familia que se acercaran a la iglesia Católica Romana, porque el Clero Católico tenía una tradición enfrentando ese tipo de fenómenos inexplicables. Así fue como se dieron las cosas y tanto el artículo del Post como las discusiones en las clases del Padre Gallagher dejaron en mi una impresión poderosa y duradera.
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Nunca me preocupé de ser considerado un guionista de «comedias» hasta que en la industria hubo un momento en que las comedias no eran algo «candente». De un momento a otro a los estudios ya no les interesaba hacer más comedias porque ya no generaban dinero. En ese tiempo, aunque la literatura era mi primer amor, seguía viviendo gracias a la escritura de guiones. Cuando mi agente me dijo que mis oportunidades estaban cayendo, pensé que lo único que me quedaba era unirme a la fila de desempleados. Así fue como finalmente me decidí a meterle mano a esa «novela sobre posesiones» que había planeado escribir por veinte años. Comencé con el libro con mucha inquietud y una completa falta de confianza.
Nadie quería que lo hiciera. Cuando le conté a mi agente la premisa del libro, lo descartó de inmediato e incluso se burló. No conseguía que nadie se interesara en la idea, pero tuve un golpe de suerte. Me invitaron a la fiesta de año nuevo del escritor Burton Wohl. Amo su libro A Cold Wind in August, y pese a que nunca me gustaba ir a este tipo de fiestas, fui porque me gustaba Burton y también porque me sentía un poco solo y no tenía nada más que hacer.
Esa noche en la fiesta, me junté con Marc Jaffe, el editor en jefe de Bantam Books. Nos habíamos conocido en el pasado y se acordaba de mi, así que me preguntó que estaba haciendo. Le conté que buscaba trabajo en guiones y luego agregué, «bueno, también tengo una idea para una novela desde hace un tiempo«. Le dije que la premisa del libro era sobre una posesión demoníaca, y en menos de dos minutos me dijo, «yo lo publicaré». Fue increíble, ese tipo de cosas no suceden con frecuencia en la vida. Después Marc tuvo sus dudas, pensaba en mis novelas anteriores como Which Way to Mecca, Jack? y mis guiones como A Shot in the Dark y dijo, «¿Blatty va a escribir una novela seria? Al final, tras cuatro meses de dudas, me envió un contrato y un pequeño adelanto de efectivo.
Tras esto arrendé una cabaña en Incline Village cerca del Lago Tahoe, y pasé seis semanas, completamente solo, escribiendo el primer párrafo una y otra vez. ¿Recuerdan la escena de El Resplandor cuando Nicholson escribe All work and no play makes Jack a dual boy? Bueno, así estaba yo, sólo que escribía «Las misteriosas llamadas comenzaron la noche del 11 de abril». Luego pensaba, el ritmo no es el correcto. Así que lo cambiaba por el 2 o 1 de abril. Eso fue casi todo lo que hice durante seis semanas, hasta que un día sonó el teléfono y me ofrecieron un trabajo. Era escribir un guión para una película de Paul Newman que nunca se hizo pero, gracias a Dios, me sacó de Tahoe. Cuando terminé ese guión volví a escribir la novela y me di cuenta de que era lo que fallaba en ese primer párrafo. Estaba comenzando el libro por el lugar equivocado. Así que planteé el inicio en Iraq y a partir de ahí todo fluyó sin problema.
El Padre William Bowdern quiso ayudarme porque sentía que el libro sobre la realidad de una posesión podría ser beneficioso para el público, sin importar si era como no-ficción o una versión novelada. Él se acercó al cardenal de su diócesis y a la familia del niño para intentar conseguir permiso. La respuesta fue no. Ahí fue cuando decidí novelizar la idea general y que la víctima fuera una niña de tal forma que el libro no se asociara con el caso original. Pero quizás la familia tenía razón porque después que salió la novela, comenzaron a ser molestados por un número de conexiones que la gente hizo entre el caso descrito en el viejo artículo del Washington Post y El Exorcista.
El guión original tenía cerca de 225 páginas con una duración potencial de tres horas, por lo que hubo que cortar cosas. Entre ellas estuvo la subtrama de Karl, aunque esto creo varias confusiones. Hace unos años atrás, cuando hicimos la versión revisada y extendida de la película, busqué una toma que no se usó y que siempre lamenté no incluirla. Se suponía que iba a aparecer durante el exorcismo y mostraría, por primera vez, un plano de Karl con su esposa, Lilly, en su habitación. El cuarto estaba lleno de iconos religiosos, lo que dejaba claro que Karl había sido el que dejó el crucifijo en la habitación de Regan, con la esperanza de protegerla. Fue un acto de piedad. Desafortunadamente, no pudimos encontrar esa toma, habría resuelto muchos problemas.
En la noche de la primera presentación de El Exorcista, mi agente estaba nervioso dando vueltas por el lobby del Teatro de la Academia. Cuando la película terminó uno de los ejecutivos de la Warner Bros salió y mi agente le preguntó bastante ansioso, «¿Qué te pareció?». El ejecutivo le respondió «Tenemos nuestro Cleopatra«. Él estuvo equivocado, tan equivocado cuando al principio rechazaba la idea de contratar a William Friedkin que no cambiaron de idea hasta que amenacé con demandarlo. Ellos siempre creyeron que cualquier director podría hacer la película pero mi convicción era que en las manos de casi cualquier director de Hollywood, El Exorcista se habría convertido fácilmente en una hilarante comedia. Estoy muy agradecido de Billy y de todos los que se esforzaron por hacer esta película».
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