En esta sección conocida como Dichos del Editor recopilamos consejos, experiencias y anécdotas de celebres montajistas a lo largo de sus carreras y consideramos que puedan ser de interés para aquellos que se forman en el arte audiovisual.
Esta semana veremos cómo se hizo editor el gran Eddie Hamilton, quien ha trabajado en películas como X-Men: First Class, Kingsman y las últimas entregas de Mission Impossible. Pero no siempre fue así de exitoso y en ocaciones, para llegar a la cima, hay que partir desde bien abajo. Aquí podremos leer un poco sobre sus motivaciones, sus inicios y su opinión sobre las escuelas de cine.
Cada editor tiene una historia distinta respecto a como consiguieron llegar a la sala de edición. Pero todas incluyen invariablemente las siguientes similitudes:
- Un apasionado amor a la narración en la pantalla grande.
- Un ardiente deseo de éxito y avanzar a pesar de los múltiples obstáculos que aparezcan en el camino.
- Una buena disposición a trabajar muy muy duro por años (incluso por poco dinero) aprendiendo el arte, la política y la tecnología involucrada.
- Un gozo por trabajar solo por horas en un cuarto oscuro, enfocado en el lienzo total de la historia así como también en los pequeños detalles emocionales de cada corte.
- Pero incluso más importante… el hambre por editar.
Muchos editores estarían de acuerdo con que, si no les pagaran por editar, lo harían igual por lo mucho que aman hacerlo. Me siento increíblemente afortunado por ganar un sueldo invirtiendo horas en algo que haría igual como un pasatiempo. La magia de cortar una imagen tras otra y la respuesta emocional que puedes crear en una audiencia como resultado de eso, es algo que descubres en algún punto de tu vida y crecerá más mientras lo hagas.
Mi obsesión por las películas y el querer trabajar en la industria del cine comenzó a los siete años. Bastante joven, lo sé. Muchas personas se contagian con la fiebre del cine mucho después, pero mientras más películas veía en la adolescencia y más libros leía sobre el proceso de filmación, más quería hacer películas. Era algo que tenía que hacer y cuando conoces gente que siente lo mismo y son tan dedicados y apasionados en su compromiso con el cine (desde cinematógrafos a diseñadores sonoros, compositores a artistas del maquillaje) es que consigues una conexión instantánea.
Cuando tenía alrededor de dieciocho años comencé a editar con dos reproductores de VHS conectados y así descubrí como las horas puedes volar cuando te sumerges en el proceso creativo. La combinación de retos narrativos y la tecnología realmente me tocaron y encontré una realización artística en el proceso de edición de películas.
Edité de manera constante, desde recortar películas de Hollywood que tenía en VHS a videos de vacaciones, grabé y edité pequeños cortometrajes o trabajé con amigos en proyectos de cortometrajes de escuela. Durante tres años en la universidad (¡estudiando psicología!) pasé 4 horas al día (por lo bajo) editando películas de estudiantes y proyectos de televisión.
Si quieres trabajar en un cuarto de edición, esto tiene que sonarte familiar.
Si no es así, deberías replantearte si la industria del cine es para ti.
No vas a triunfar si crees que hacer películas quizás sea “divertido”. Indudablemente las muchas horas de trabajo, la falta de estabilidad laboral, el impacto en tus relaciones personales, el enorme conocimiento computacional técnico que debes aprender y los muchos otros desafíos que enfrentarás en tu camino a través de la industria eventualmente sacarán lo mejor de ti.
Para aquellos que sienten un verdadero amor por el cine, nada de eso importa. Tenemos que hacerlo, es así de simple.
Siento que si ya estás convencido de que la edición es para ti, ir a una escuela de cine quizás no sea la mejor opción. Cuesta dinero y retrasará tu entrada al mundo profesional.
Lo que realmente importa es tener mucha experiencia profesional en tu CV y la escuela de cine no te la dará. Claro, tendrás acceso a equipamiento gratuito, conocerás a muchos compañeros realizadores y aprenderás algo de teoría y práctica pero al terminar estarás en el mismo punto que cuando entraste… sin experiencia profesional (y probablemente más pobre).
Las escuelas de cine son útiles si no estás 100% seguro de a que área quieres dedicarte porque mientras estás ahí tendrás que hacer de todo: escribir, dirigir, producir, grabar sonido, asistir y muchas otras cosas. Ahí encontrarás algo que te guste (y quizás desarrolles una pasión de por vida) y comenzarás a buscar ese tipo de trabajo.
Yo comencé como un recadero y durante ese tiempo pasé cada tarde y cada fin de semana aprendiendo solo a usar Avid M. C. Tomaba las semanas de vacaciones y las pasaba en el cuarto de edición trabajando en mis pequeñas películas. Trabajé más duro que cualquiera. Un día un editor Freelance no se presentó, dejando a sus clientes sin editor, así que me ofrecí de manera voluntaria. Afortunadamente todo mi trabajo duro dio fruto y volé por la sesión.
Luego fui promovido a editor asistente, y tres meses después a editor. Era el verano de 1995.
En mis primeros diez largometrajes no había presupuesto para editor asistente. Era mi propio asistente. Digitalicé, sincronicé, hice el papeleo del logging, corté la película, hice los playouts, cree los EDL y en general supervisaba la post completa de la película. Así es como aprendí mi oficio.
He editado profesionalmente por más de 17 años y he montado más de 20 películas y programas televisivos, documentales y cortometrajes.
Amo el oficio de montar películas cada día más.
Buena suerte con tu propia aventura buscando un lugar en este mundo.