El convocado esta semana es de aquellos directores que no necesita presentación. Ya sea por su trayectoria o por los luces judiciales que lo han asolado desde hace varias décadas, Roman Polanski es reconocido por todos los que están ligados al cine y al audiovisual. Con películas como El Bebe de Rosemary, Chinatown o Repulsión, Polanski ha sabido durante toda su carrera el producir trabajos que destacan por su calidad y su oficio se ve reflejado en cada una de estas.
En esta ocasión, en los dichos del director de esta semana, el bueno de Roman habla sobre cuan difícil puede ser el encontrar el tema sobre el cual trabajar un guión, las complejidad que este tiene y el ver hasta donde uno está dispuesto a tranzar en pos de conseguir lo que uno quiere.
«Soy de los cineastas que buscan los temas cueste lo que cueste, en lugar de esperar que vengan a ellos. Incluso busco desesperadamente, de un modo permanente, y por suerte a veces tengo la suerte… de que vengan a mí.
Nunca sabemos cuándo vamos a encontrar un tema, es difícil describir lo que estamos buscando. Intente describir el tipo de amor que busca para casarse. El tema de una película es algo así: no se trata de pasar una noche, sino de encontrar a alguien a quien amemos lo suficiente como para casarnos.
Soy más o menos consciente de lo que busco, pero no consigo acotarlo necesariamente. Como dice un proverbio polaco: «Escucho las campanas, pero no sé en qué iglesia suenan«. Para El Pianista, por ejemplo, busqué durante años un tema cinematográfico para rodar en Polonia. Quería volver a filmar allí después de casi cuarenta años de haber realizado mi primer filme, El Cuchillo en el agua.
Rodar en Polonia quería forzosamente decir hacer una película sobre mi infancia, sobre la guerra o la inmediata posguerra. Es lo que me interesa y era lo que más me importaba, porque son los años que han dejado los mayores recuerdos en mí. Al mismo tiempo, no quería hacer una película autobiográfica; eso no me interesaba en absoluto. Quería un filme en el que poder utilizar mi experiencia.
Rechacé La Lista de Schindler, que me propuso Spielberg, justamente porque tocaba mi pasado muy de cerca. Se desarrolla en el gueto de Cracovia, en el que viví, y atañe a personas que he conocido, algunos de las cuales aún viven, como uno de mis amigos fotógrafos, Richard Horowitz, que vive en New York. No quería alterar los recuerdos que conservo de calles y lugares…
Lógicamente, una película los habría cambiado, deformado. Quiero conservarlos intactos, tal como están en mi memoria. Cuando tuve conocimiento del libro de Wladyslaw Szpilman, El Pianista, cuya acción transcurre en Varsovia, supe que había encontrado mi tema. Podía recurrir a mi experiencia sin tener que mutilar mis recuerdos…