En Chile estamos en mitad de las celebraciones patrias, cuando ni siquiera llegamos al día en cuestión, y por eso la entrada de hoy está un tanto retrasada, los excesos del fin de semana pasan la cuenta, algo que nuestros compatriotas comprenderán, pero no podemos hacer que aquellos lectores que nos leen desde otros lugares del mundo se queden sin sus Dichos del director, que como no podía ser de otra manera, tiene que ser un director nacional.
Patricio Guzmán, a quien recordarán por trabajos como La Batalla de Chile y Nostalgia de la Luz, en esta ocasión habla sobre lo que le apasiona, el cine documental y sobre la importancia que tiene este.
«El cine documental nació más o menos en el año 1922 con el estreno del filme NANOOK EL ESQUIMAL (Robert Flaherty). Desde entonces el llamado «segundo género» no ha hecho más que crecer, recorriendo un camino sorprendente, azaroso y variado.
Los primeros documentalistas fueron grandes exploradores (Flaherty, Vertov, Grierson) que pusieron en marcha expediciones laboriosas hasta los puntos más remotos del globo y filmar por primera vez acontecimientos o culturas que nadie conocía de cerca. Así trabajó y vivió la primera y segunda generación formada por hombres legendarios (Karmen, Medvedkine, Ivens, Marker, Rouch, Perrault).
La televisión -a partir de la década del 60- amenazó gravemente a estos pioneros, obligándolos a replantear su trabajo, sustituyéndolos en parte por modernos equipos de reporteros que duplicaron su capacidad de viajar.
Sin embargo, después de esa fecha -poco a poco- los directores de documentales descubrieron que se podía filmar películas sin apenas salir del barrio. Aparecieron incontables cintas documentales sobre cualquier actividad del hombre: sobre pintura, arquitectura, música, política, deportes, literatura, medicina, etc., que demostraron que el género documental no sólo era útil para mostrar geografías remotas sino también para seguir, analizar y fotografiar cualquier aspecto de la sociedad.
Así empezó a construirse poco a poco (a si mismo) el llamado «documental de autor«, que hasta hoy en día consiste en mostrar cualquier actividad humana bajo el punto de vista personal del cineasta.
Fueron películas con mayores recursos narrativos que los viejos documentales. Pero ni la técnica ni el dinero eran lo más importante, sino su manera de contar las historias, con más sentido del relato y utilizando mejor el lenguaje cinematográfico.
La aparición de este nuevo tipo de documentales elevó la categoría del género, que abandonó el «realismo» y la retórica educativa de los primeros tiempos.
Hoy día -en Europa- se producen centenares de documentales de autor. En Francia, en 2002, la producción superó las 2.500 horas. La duración promedio de estos filmes es de 52 minutos y su costo habitual es seis veces más barato que la película de ficción más barata.
A pesar de la crisis, Europa es uno de los continentes que más produce. Los principales canales son: France Televisions, ARTE, Mezzo, Histoire, Ushuaia, Planètc, Thalassa (en Francia); ZDF y WDR (en Alemania); Channel Four y BBC (en Inglaterra), En la mayoría de los casos, se trata de los canales públicos que han sabido adaptarse mejor a la competencia mercantil, sin abandonar la cultura.
En el presente y en el futuro, es básico apoyar a los productores y realizadores independientes de cine documental, por varias razones:
Primero: porque la aparición de los canales de televisión temáticos ha creado una demanda mayor de este género. Cada cultura, además, posee una manera diferente de expresarse. Cada región, a veces cada país, tienen una manera distinta de hacer documentales.
Segundo: la gente está cansada de los programas estereotipados de la televisión y quiere cosas nuevas, nuevos enfoques, muchos de ellos cerca del documental. La programación vulgar ahuyenta a un público cada día más numeroso que busca y encuentra en Internet una oferta casi infinita de obras, muchas de ellas documentales. Si las grandes cadenas no cambian probablemente terminarán por desaparecer a medio plazo. Se impondrá una televisión a la carta, que es un marco más equitativo para el documental.
Tercero: la aparición de cientos (quizá miles) de festivales de cine documental conforman una red de distribución universal. Asimismo, la producción documental de las escuelas de cine es cada vez numerosa y compite con las productoras convencionales.
No hay que olvidar, finalmente, el punto de vista autóctono del cine documental, el punto de vista latinoamericano. En la práctica hay más equipos extranjeros trabajando sobre Latinoamérica que nosotros. Nuestras embajadas en Europa tienen menos material sobre nuestros países que los suizos o los belgas. La mayoría de los filmes de la jungla brasileña, la guerrilla colombiana o la cocina africana de Bahía, son documentales alemanes, ingleses o franceses. Esto es inquietante y tranquilizador a la vez. ¿Qué sería de nuestra Historia sin el trabajo y la creatividad de estos cineastas extranjeros? Sin embargo, ¿cuánto tiempo deberá transcurrir para que nuestro mundo sea recuperado por nuestro propios documentalistas?»