No venimos a vender, venimos a regalar, y solo por hoy para todos los lectores de los Dichos del Director les ofrecemos un 2×1, donde los hermanos Joel e Ethan Coen, reconocidos directores que quizás recuerden por películas como Fargo, Barton Fink y True Grit, nos hablan sobre como ellos trabajan los guiones, tanto para sus propias producciones como los que son por encargo para otros realizadores.
Joel: Resulta difícil decir de dónde procede nuestro deseo original, si es la escritura o las imágenes. Nos interesan las historias, eso seguro. Nos gusta contar historias, pero no consideramos la escritura como la mejor forma de hacerlo: sólo es un paso. En realidad, pensamos desde el punto de vista de las imágenes.
Ethan: Para nosotros, la principal diferencia entre la escritura y la dirección es que estamos dispuestos a escribir para otra gente, pero no dirigiríamos un guión que hubiera escrito otra persona. Parte de los motivos surge de punto de vista puramente pragmático: escribir un guión llevas unas cuantas semanas, a veces unos cuantos meses. Dirigir una película puede ocuparnos hasta dos años de nuestras vidas. ¡Más vale que merezca la pena!
Joel: Además, escribir para otras personas es un ejercicio interesante. Te ofrece la oportunidad de trabajar en un material interesante, pero que nunca te plantearías rodar. Es una forma de experimentar de una manera relativamente segura. Ni siquiera nos importa que los estudios nos digan que tenemos que volver a escribir un guión, mientras que nunca lo aceptaríamos en una de nuestras propias películas, porque cuando escribes por encargo, se convierte en un juego de resolución de problemas. Y nos divierte hacerlo.
Ethan: Sin embargo, cuando trabajamos en nuestras películas, tratamos, en realidad, de dejar fuera los puntos de vista externos. Y no probamos demasiado, no proyectamos material sin terminar, porque nos parece que ese proceso arroja información completamente contradictoria. Tu preocupación principal, realmente, es la claridad. Y es algo difícil de determinar por uno mismo. Es como mirar dos cartulinas de colores y preguntarte «¿Va a ir mejor ésta que la otra?», en lugar de enseñárselas a un grupo de gente y preguntar «¿Cuál te gusta más?». Por descontado, realmente no estás haciendo la película para ti; siempre la estás haciendo para algún público, pero en nuestro caso es un público muy genérico. Es una especie de público abstracto. Cuando estamos en el plató tomando decisiones, siempre nos preguntamos si una escena va a ir bien o no, si va a funcionar o no y, en realidad, nos lo preguntamos con respecto al público, no con respecto a nosotros específicamente. Pero también tiene que funcionar para nosotros. De hecho, ¡supongo que tiene que funcionar para nosotros primero!