Cada martes en Editando publicamos una de las 100 ideas que cambiaron para siempre la historia del Cine, para hoy, el turno lo llevan aquellas pequeñas letras en el borde inferior de la gran pantalla que nos permiten entender, más o menos en nuestro idioma, lo que un actor dice en el idioma del país del norte, en Chino, en Francés o el idioma que sea en que se trabajara la película.
Los intertítulos transmitían la narración de Robert Z. Leonard en la adaptación de 30 minutos del Robinson Crusoe de Daniel Defoe realizada por Otis Turner en 1913.
No obstante lo anterior, los subtítulos son a menudo difíciles de leer, rara vez aportan traducciones textuales y a una considerable proporción del público mundial le desagradan. A pesar de sus desventajas, sin embargo, han ayudado a los espectadores a entender las películas durante ya, más de un siglo y después del salto te contamos los detalles de su origen e historia, que de seguro no conoces a cabalidad.
Idea n° 46 | Los Subtítulos: Superar la barrera lingüística
No se sabe con certeza cuándo empezaron a utilizarse los intertítulos, antecesores de los modernos subtítulos. En Scrooge [1901], de R. W. Paul, aparecen leyendas que comentan la acción, y los intertítulos comenzaron a ser más frecuentes a medida que las películas multiescena se convirtieron en la norma.
La mayor parte de los intertítulos ofrecían resúmenes donde se exponía la acción subsiguiente, pero los títulos de diálogo se hicieron más comunes en las películas estadounidenses a partir de 1908, y desde 1912 el diálogo se intercalaba con planos del hablante.
D. W. Griffith se resistía a los títulos de diálogo y a la cada vez más popular técnica de intercalarlos con planos del actor que hablaba, y, a diferencia de muchos de sus homólogos europeos, continuó utilizando los narrativos hasta bien entrada la década de 1920. Sólo se mostraba el texto de las partes más significativas del diálogo y a directores como Cecil B. DeMille y Ernst Lubitsch les gustaba dejar las partes más «arriesgadas» a la imaginación del espectador. Muchos sentían que los intertítulos ralentizaban el ritmo de la película y distraían de las imágenes, de ahí que F. W. Murnau prescindiera de ellos totalmente en El Último [1924].
VIDEO | The Letzle Mann – F. W. Murnau
De todas formas los intertítulos fueron cruciales en la exportación del cine. En lugar de simplemente traducirse, se adaptaban creativamente para las distintas audiencias, y se modificaban nombres, lugares y otros detalles culturales para hacerlos más accesibles. Al final de la era muda, se rehacían intertítulos en Estados Unidos para 36 mercados lingüísticos distintos. Sin embargo, cuando llegaron las películas sonoras, Hollywood siguió el ejemplo de sus rivales europeos produciendo versiones en lengua extranjera de sus películas más prestigiosas.
Atlantic [1929], de E. A. Dupont, filmada en Elstree en inglés, francés y alemán, fue el primer lanzamiento sonoro multilingüe. El eje de la producción para Europa era el estudio de la Paramount, a las afueras de París, que tenía un horario continuo de rodaje las 24 horas para hacer películas hasta en 14 idiomas. Joinville realizó 100 largometrajes y 50 cortos en su primer año. Pero el doblaje y la subtitulación pronto demostraron ser más rentables, aunque ello no impidió que algunos largometrajes tardíos, como La Carroza de Oro [La carrosse d’or, 1953], de Jean Renoir, o Nosferatu, vampiro de la noche [Nosferatu, 1979], de Werner Herzog, se lanzaran en formatos multilingües.
Escenas traducidas del japonés al español en «Cartas desde Iwo Jima» [2006], de Clint Eastwood.
La preferencia europea por el doblaje tiene su explicación en el rechazo de los regímenes autoritarios de Alemania, España, Italia y la Unión Soviética a proyectar películas en la lengua original. El nacionalismo también empujó a Francia a adoptar el doblaje, y esta galificación se convirtió en un arte en sí mismo. Así, Gérard Depardieu dobló a Kenneth Branagh en Enrique V [Henry V, 1989], pero cuando Cyrano de Bergerac [1990] se lanzó a nivel internacional, la interpretación de Depardieu quedó intacta gracias a los subtítulos ingleses de Anthony Burgess.
VIDEO | Trailer Cyrano de Bergerac con Gérard Depardieu
Como indica este último ejemplo, tras una larga vacilación, Gran Bretaña finalmente se plantó con los subtítulos, junto con Escandinavia, Japón y Brasil. Pero mientras que los subtítulos preservan la integridad artística de una película conservando la lengua y las interpretaciones originales, pueden oscurecer y distraer la atención de los elementos visuales. Además, muchos los consideran elitistas, en comparación con la mayor asequibilidad del doblaje.
Lo cierto es que los problemas con la sincronización labial y la inflexión, así como los lapsos en la sincronía del audio y la integración en el ambiente, a menudo reducen la eficacia de la regrabación.
Está claro que, aunque ninguna de las dos técnicas sea del todo satisfactoria, lo cierto es que permiten que el cine sea un medio de alcance global. En Hollywood, siempre tan pendiente de la rentabilidad, desearían poder descartar el doblaje, pero la demanda del público en territorios clave como la India, China o México indica que no se prevé un fin inmediato al impasse subtítulos-doblaje.
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