La sección dedicada a los hombres y mujeres responsables de darles forma a nuestras queridas películas, los Dichos del Editor, vuelve una semana más para traernos las experiencias que editores y montajistas viven en sus carreras.
Richard Marks, nuevamente nos visita en Editando y se explaya sobre la importancia de la buena relación director-montajista, las posibilidades del montaje y las expectativas del público.
«Como montador, me dejo llevar por las interpretaciones. Me encantan los matices que se pueden obtener al manipular el tono de un personaje, sólo por las tomas utilizadas en el montaje. Pero una mala interpretación no se puede convertir en una buena. El proceso de montaje es casi ilimitado en lo que respecta al número de manipulaciones que se pueden realizar, pero no es magia.
La primera vez que trabajé con Jim Brooks en Terms of Endearment [1983], había un actor con un pequeño papel que no me parecía el correcto. Cuando vi el material del primer día me quedé… inquieto. No sabía muy bien qué hacer. Soy bastante bocazas, y por lo general digo lo que pienso, pero no conocía muy bien a Jim, ya que sólo habíamos trabajado juntos durante un par de meses. Finalmente decidí que sería deshonesto por mi parte no decir algo, así que lo llamé y le dije: «No sé cómo decir esto, y puede que esté del todo equivocado, pero ésta es mi impresión sobre este actor». Jim me escuchó con mucha atención, y aquel fin de semana contrató a otro actor para el papel.
Esta anécdota consiguió, por supuesto, que me convirtiera aún en más bocazas. Pero doy por sentado que por eso me contratan. Algunos directores con los que he trabajado no quieren saber mi opinión, y otros sí. Creo que mi éxito al trabajar con Jim reside en el hecho de que nos relacionamos con total sinceridad. Él tiene la habilidad de asumir las opiniones de otras personas y no sentirse atacado. Muchos individuos se ponen a la defensiva cuando las ideas se contraponen a las suyas. La relación director-montador es como una relación de pareja. Jim y yo somos como un matrimonio de largo recorrido, tras más de 30 años.
Uno de los experimentos de Terms of Endearment consistió en proyectar una versión sin la toma inicial, y las percepciones del público cambiaban enormemente. Aquella primera escena en la que el personaje de Shirley MacLaine pellizca a su bebé en la cuna, para despertarla, te dice cómo va a ser el resto de la película. Sin esa clave el espectador tardaba demasiado en introducirse en la historia, y no entendía el personaje de Shirley; sólo la veían como una mujer extrañamente ofensiva. En mi opinión, el experimento me enseñó lo importantes que son esos primeros momentos, y lo que significa establecer las expectativas del público al inicio de la película. Hay que establecer el tono lo antes posible. Si ofreces un camino al público, lo más probable es que lo siga.»