Este personaje ha rondado en múltiples ocasiones por este cuchitril virtual, dando cátedra sobre el hacer del montajista, explicando su regla de seis, es decir, le hemos sacado el jugo a sus Dichos de Editor y creemos que quizás sea hora de dejarlo descansar. ¿Qué opinan ustedes?
En esta oportunidad Murch habla sobre como el editor debería evitar las preocupaciones del rodaje, pues estas pueden afectar el proceso de montaje. Para saber más tendrán que seguir leyendo tras el salto.
El montador es una de las pocas personas que trabajan en la producción de una película que no conoce las condiciones exactas en que fue rodada (o que tiene la habilidad de no conocerlas) y que al mismo tiempo ejerce una enorme influencia sobre la película.
Si hemos estado alrededor del decorado la mayor parte del tiempo, como los actores, el productor, director, operador, director artístico, etc., podemos vernos envueltos en las a veces sangrientas incidencias de la gestación y producción. Y luego, cuando veamos el metraje diario, no podremos evitar salirnos del borde del fotograma. Nos acordamos de todo lo que estaba ahí, física y emocionalmente, más allá de lo que en realidad ha sido fotografiado.
«Trabajamos como bestias para conseguir este plano, tiene que quedar en la película». El director, en este caso, está convencido de que lo que tiene es lo que quería, aunque existe la posibilidad de que se esté forzando a sí mismo a creerlo así porque fue muy costoso —en dinero, tiempo, angustia— conseguirlo.
Del mismo modo, hay veces en que el director rueda algo que no le gusta, todo el mundo está enfadado y él dice de mala gana: «De acuerdo, lo haré, rodaremos este primer plano y nos vamos a casa». Más tarde, cuando lo ve en la mesa de montaje, lo único que puede recordar es el horrible momento en que fue rodado y entonces puede no advertir sus posibilidades.
El montador, por el contrario, debería intentar ver únicamente lo que está en la pantalla, que es lo que va a hacer el espectador. Solo así las imágenes pueden liberarse del contexto de su creación. Concentrando su atención en la pantalla, es de esperar que el montador utilizará los momentos que tienen que utilizarse, aunque hayan sido rodados en condiciones adversas, y rechazará los momentos que deben ser rechazados, por mucho esfuerzo y dinero que hayan supuesto.
Supongo que estoy recomendando la preservación de cierto tipo de virginidad. No debemos dejarnos impregnar innecesariamente por las circunstancias del rodaje. Mantengámonos al día, en general, de lo que está ocurriendo pero tratemos, en la medida de lo posible, de no entrar en detalles específicos porque, al final, el espectador no sabe nada de todas esas cosas y nosotros somos los «defensores del espectador».
Por supuesto, el director es la persona más familiarizada con todo lo que ocurre durante el rodaje, así que es quien más soporta ese plus de información que no está contenido en el fotograma. Entre el final del rodaje y antes de que se acabe el primer montaje, lo mejor que le podría pasar al director (y a la película) sería que se despidiera de todo el mundo y desapareciera durante dos semanas —yéndose a la montaña, al mar o al planeta Marte— para tratar de librarse de esa información suplementaria.
Dondequiera que fuese, debería intentar por todos los medios pensar en cosas que no tienen absolutamente nada que ver con la película. Es difícil, pero resulta necesario crear una barrera, un muro entre el rodaje y el montaje. Fred Zinnemann se iba a hacer montañismo a Los Alpes después del final del rodaje, precisamente para colocarse en una situación de riesgo que le obligara a concentrarse en lo que estaba haciendo, en lugar de pasar el día recordando los problemas del rodaje.
Pasadas unas semanas, volvía de Los Alpes, otra vez a la tierra. Se sentaba él solo en una habitación oscura, encendía el proyector y veía su película. Todavía estaba lleno de esas imágenes que están más allá del borde del fotograma (un director nunca será capaz de olvidarlas del todo), pero si se hubiera ido derecho del rodaje al montaje, la confusión hubiera sido peor y habría unido sin remedio los dos diferentes procesos de pensamiento del rodaje y el montaje.
Hagamos todo lo que esté en nuestra mano para ayudar al director a levantar esa barrera, de forma que cuando vea la película por primera vez pueda decir: «De acuerdo, voy a suponer que no tengo nada que ver con esta película. Necesita un poco de trabajo. ¿Qué hay que hacer?».
Así que intentemos con todas nuestras fuerzas separar lo que deseamos ver de lo que efectivamente estamos viendo, sin olvidar nuestros sueños sobre lo que tiene que ser la película, pero esforzándonos en ver lo que realmente hay en la pantalla