Sé que en estos días polémicos entre los gobiernos de Chile y Bolivia, no está muy de moda empatizar con la realidad social del pueblo del norte y para muchos, con la de ningún pueblo originario, ni siquiera con el Chileno, sin embargo, lo que comparto después del salto es un cortometraje emotivo y conmovedor que se vale precisamente de la lucha social del pueblo Boliviano, que bien podría ser la nuestra, basada en el mito Ayoreo de «La Abuela Grillo». Como siempre los detalles más abajo, para que sigas leyendo 🙂
«La Abuela Grillo» y el mito Ayoreo
Los Ayoreos son un pueblo que vive justo en la frontera entre Bolivia y Paraguay. Viven en comunidad y dependiendo de la estación se dedican a la caza o a la agricultura, de allí que para ellos, el agua sea muy importante.
Cuenta el mito que, en un principio, la abuela de los Ayoreos era un grillo llamado Direjná. Ella era la dueña del agua, y donde sea que ella estaba, también estaba la lluvia. Sus nietos le pidieron que se fuera, y eso hizo. Entonces fue cuando los días de calor y sequedad empezaron. La abuela Grillo decidió vivir en el segundo cielo y desde ahí es capaz de enviar lluvia cada vez que alguien cuenta su historia.
En el caso del cortometraje animado que hoy comparto, no se va al segundo cielo sino más bien, a una ciudad que por su construcción y paisajes podríamos identificar con La Paz. Sobre todo al ver esa antigua micro que baja veloz por una calle tan estrecha como empinada, que apenas permite caminar descuidado, mucho menos el doble tráfico vehícular!. Estando allí, sus lágrimas le son robadas y embotelladas, porque ya sabemos que el poderoso siempre encuentra la manera de enriquecerse todavía más, y esto en un claro guiño a la “Guerra del agua”, ocurrida en Cochabamba, donde se decidió privatizar el abastecimiento de agua, incluso con prohibición de recolectar agua pluvial.
El corto fue producido en The Animation Workshop en Viborg, Dinamarca, por The Animation Workshop, Nicobis, Escorzo, y la Comunidad de Animadores Bolivianos, la cual tiene el apoyo del Gobierno de Dinamarca. Trabajaron en él 8 animadores bolivianos, dirigidos por un francés. La música o banda sonora fue provista por la cantante Ludmila Carpio, reconocida como embajadora de Bolivia en Francia, y por supuesto la canta en Quechua. No les cuento más para que lo vean, pero créanme, esto emociona a menos que seas de piedra. Te invito a verlo y compartirlo por supuesto.