Cuando hace unas semanas @danielfmora escribió sobre Trailers Literarios, pensados para promocionar piezas escritas en vez de películas, inmediatamente se me vino a la mente un interesante y entretenido libro escrito por el Chileno Mario Valdovinos [Profesor y Crítico Literario en la revista Libros de El Mercurio] y que desde hace unos meses se encuentra en las principales librerías titulado «No leí el Libro, pero vi la Película».
En él, encontramos la historia de películas que deben su existencia a libros o bien, que tienen una estrecha relación con la literatura. Después del salto te dejamos un extracto del análisis de Mario Valdovinos, para quien se transformó en el principal mentor de los montajistas en el cine y su obra más reconocida.
El Acorazado Potemkin
Si hay un Cineasta importante para los audiovisuales que se dedican a la edición [área que dio origen a este humilde blog audiovisual] es sin duda, Sergei Mihalovich Eisenstein. Cuyo nombre casi siempre aparece abreviado como S.M., vale decir, Su Majestad.
Antes del lenguaje de las imágenes, dominaba en la conciencia de los receptores la noción de montaje introducida en especial por los grandes novelistas rusos, Dostoievski y Tolstoi.
Ritmo, movimiento ascendente y descendente, fusiles con bayonetas, las botas militares, rostros aterrados, gritos, carreras, la multitud huyendo desesperada, reiteración, primeros planos, todo un trabajo milimétrico de montaje de los segmentos filmados. También la música contribuye al impacto emocional de las imágenes, agregada después con la llegada del cine parlante. Lo mismo, una fotografía asombrosa. Todos estos recursos expresivos, más un desgarrador aliento épico, hacen de «El Acorazado Potemkin» un clásico del arte cinematográfico.
La literatura dio la forma adecuada al despliegue de un relato que debe necesariamente, en un filme de aliento épico como El Acorazado Potemkin, ir creciendo, hasta llegar a un punto de tensión en que sus segmentos estén a punto de explotar y, un poco antes del momento de la catarsis de quien contempla, estallar en un clímax que deja Knock out al mirón, quien retornará a su circunstancia tan aterrado como purificado. Cambia entonces, no sólo el punto de vista de quien concibe y dirige un filme, sino también la mirada de quien observa. Todo a través del ojo.
Eisenstein fue deudor en su propuesta cinematográfica de la gran literatura rusa, Dostoievski, Tolstoi, Gorki, sin excluir el tono grandilocuente y solemne de ella. Eran los tiempos que le tocó vivir, cambios sociales profundos, revoluciones, caída de poderosos, surgimiento de una nueva ideología, ascenso de los explotados, transformación de una economía de carácter agrario a una industrial.
Cambiaban la ideología, la vida, la mirada sobre el mundo, la lectura e interpretación de los hechos y las cosas. Eisenstein retrató en su cine lo que ocurría, el drama del sujeto puesto en una situación conflictiva en la que debe tomar partido de manera tajante, decisiva; no hay espacio ni tiempo para las divagaciones. Es imperativo comprometerse con los cambios. El silencio o la neutralidad son vistos como cómplices y claros indicios de una postura contraria a la idea de progreso y a la ilusión colectiva de una sociedad justa e igualitaria.
El tipo de narrador de las novelas del siglo diecinueve en Rusia era personal, comentador, divagatorio, con un grado de omnisciencia absoluto sobre la historia que manejaba en todos sus detalles. Era un narrador olímpico y horizontal, ejercía sobre el universo narrado una indesmentible omnipotencia. Ese rasgo trasladó Einsenstein a su cine, y su cámara intenta dar cuenta de lo mostrado de manera semejante.
Todo lo anterior lo encuentras, junto a más de 20 columnas para cinéfilos y lectores, en el Libro de Mario Valdovinos: «No leí el libro, pero vi la Película«. 100% recomendado. Si le interesa, yo lo compré en Librería Antártica de Mall el Trebol.
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