El director de la obra maestra [porque lo es] «El Secreto de sus Ojos» estará en Chile para conversar y compartir experiencias con quienes asistan el próximo martes 23 de noviembre a un evento gratuito organizado por el Instituto de Arte y Tecnología Audiovisual de la Universidad Mayor. Los detalles más un resumen del artículo aparecido el fin de semana en la revista Wikén, después del salto.
Juan José Campanella será el invitado de honor el próximo martes en una conversación en la que podrás participar. La idea es conocer la experiencia de uno de los realizadores latinoamericanos más exitosos de los últimos años, quien por su amplia experiencia tanto en el ámbito del cine como de la televisión, pueda dejarnos su visión respecto de tantos temas que son eje del crecimiento para la industria audiovisual nacional.
Si bien es cierto el evento es gratuito, requiere llenar el formulario de insripción previa que aparece en el sitio de la Universidad. También puedes revisar la publicación del evento en Facebook.
Aprovechando la contingencia de su visita, el suplemento Wikén de El Mercurio, publicó durante el fin de semana una entrevista realizada en Buenos Aires. A continuación un extracto del escrito.
Emociónate Conmigo
Juan José Campanella tiene la madera de los grandes autores del Hollywood clásico, porque hace cine sin la ambición oblicua del artista ególatra y torturado. Es un artesano que pule películas hasta dejarlas como cántaros rodados. Campanella es a la emoción pura, lo que Hitchcock al suspenso o John Ford al western clásico. Ante los elogios, entrecierra los ojos, ladea la cabeza y lanza una risita de incredulidad. No se la cree y a su alrededor la gente lo saluda, lo abraza, se saca fotos con él como si fuera un trofeo. La gente es su gente, colaboradores, asistentes, productores, su equipo, pues estamos en el lanzamiento de uno de los tantos proyectos que hay en su abultada carpeta. Esta vez se trata del programa para Canal 13 de Argentina, «Si yo puedo, vos podés», hecho en coproducción con el Ministerio de Educación, un reality-documental que sigue a ocho adolescentes argentinos en su intento por no desertar del colegio pese a los problemas.
Campanella es el productor y aunque está el prejuicio del documento oficialista, se trata de un trabajo que impresiona por la emoción real que exudan estos chicos: adolescentes de Jujuy, Mendoza, Córdoba, el gran Buenos Aires, que hablan de problemas reales y que logran sacar lágrimas.
«Yo creo que la emoción es difícil, obviamente; me preguntan mucho, incluso doy una clase de guión en la que me preguntan cómo hacés para emocionar»
Explica Campanella sobre su fórmula secreta. «La emoción es algo que es imposible de entender o de explicar; es parte del estilo y de la sensibilidad de uno».
¿Por qué le interesa hacer este tipo de programas sociales en la TV argentina?
-Puro egoísmo (y ríe). No, no. Yo soy un director de cine hasta las siete de la tarde, pero soy un ciudadano, vivo en estas calles todo el día. No tengo custodia, no tengo un auto blindado, tengo un auto común, me tengo que ir caminando a la playa de estacionamientos para ir manejando a mi casa.
Tengo un hijo de tres años, yo quiero que viva en un país mejor, y el tema de la educación es un tema importante que -no sé como es la cuestión en Chile-, pero acá se está degradando. Yo en los 70 fui a la escuela, era adolescente, no sé, iba a cualquier colegio de barrio y era más o menos bueno, ahora es un desastre; tenés que ir a dos o tres escuelas elegidas en el país para que les exijan a los chicos».
De chico, Juan José Campanella asistió al colegio San Gabriel, en Vicente López, y sus días de estudiante, pese al mateísmo y devoción con que ha abrazado su carrera de adulto, caen en la categoría de «bastante quilombero». Eximio bromista («no te bromeo tanto porque aún no nos conocemos mucho», me dice), su vida de barrio y familiar fue un nutritivo alimento creativo que además de «El hijo de la novia» también plasmó en la cinta «Luna de Avellaneda», un hermoso y tierno testimonio sobre la vida de los clubes sociales y su lucha por mantenerse.
«El club de la película existe realmente, que es la Juventud Unida de Lavallol, que fue donde se filmó la película y el que la inspiró», dice el cineasta. «Mi hermano además es un bife de clubes y a él le gustó más incluso que ‘El hijo de la novia’, una película que trata sobre nuestros padres, pero lo del club a él lo mató».
Lejanamente inspirada en la relación de este hermano con los clubes, el sello Campanella además considera un barniz de humor natural, espontáneo, callejero, que le brinda un halo de vida a los personajes que el propio director además ha ayudado a crear desde los guiones.
«Yo no sé si viniendo de Chile se nota. Acá (en Argentina) hay una especie de sentido del humor muy importante, muy sarcástico y muy irónico, que tiene mucho que ver con la influencia judío-italiana, que por ahí, con la potencia que llega acá, no se dio en otros países de Latinoamérica», comenta y sigue:
Y es la ironía y el sarcasmo que tiene que ver con el humor judío yanki o con la comedia a la italiana, son las cosas que a mí más me influenciaron, y es un humor muy nuestro.
Tardío en todo, viste.
Durante la década de los 90, Juan José Campanella estuvo metido en una permanente lucha: la de concretar su sueño de cineasta y no deberle un peso a nadie. Pero lamentablemente fueron años duros en los que pensó muchas veces en retirarse, derrotado. Siempre ha dicho que recién a los 40 años tuvo algo de éxito, hace justo diez años con «El mismo amor, la misma lluvia«.
Ganador tardío, confiesa dudas y fracasos. «Mirá, no es que no me fue tan bien, me fue mucho peor de lo mal que yo esperaba que me iba a ir», dice en retrospectiva sobre esos años. «Pero me gusta tener la sensación de que me fue bien, de que me merezco el lugar en el que estoy. No abandoné al final, a pesar de que varias veces pensé en abandonar. Se lo dije a mi esposa, pero no lo hice. Conseguía los laburos justos para volver a trabajar, ocupaba la tarjeta de crédito muchas veces para pagar mis infinitas cuentas y fue recién en el 2000 que pagué todas las deudas. No voy a agarrar una deuda más en mi vida, a menos que mi vida dependa de ello».
Sería una pena empeñar ese Oscar.
-Además no puedo. Es ilegal, no lo podés vender, ¿Creías que no lo averigüé? -y ríe como cabro chico. Es alegre Campanella y derrocha energía acá en el barrio de las productoras de cine de Buenos Aires, Chacarita, en los alrededores de la calle Dorrego, donde se sitúa su propia casa productora, 100 bares, por el número de bares que recorrió con sus socios y amigos antes de pasar las penas de la derrota y encontrar el norte claro y más brillante.
100 bares es un lugar que no parece un lugar de trabajo: hay mesas de billar, el diseño y arquitectura parecen más un centro de recreo y sus cerca de 12 empleados -sin contar la gente freelance que se contrata para cada proyecto- anda con cara de felicidad por la vida.
Sin temor a caer en error, Campanella es de los hombres más ocupados de Argentina. Acaba de terminar de grabar las voces para el primer filme de animación 3D trasandino, «Metegol«; prepara serie con Guillermo Francella, el maravilloso secundario de «El secreto de sus ojos«; está lista la producción sobre Manuel Belgrano, produce series sociales como «Si yo puedo, vos podés» y además dirige episodios de las series norteamericanas «Doctor House» y «La ley y el orden«.
¿Cómo asume estar lleno de actividad a los 50?
-Mal, mal, mal. No quiero, pero tengo que largar cosas. Tengo alta la presión, empecé hace dos semanas a tomar remedios, estoy con cuatro litros de agua por día, me siento un viejo de 80 años, meo 40 veces por día, es un papelón, me levanto de noche, no se puede… así que tengo que largar algún trabajo. Estoy en ese plan.
Además, se suma un trabajo algo duro para un hombre de 50: la paternidad tardía de un chico de tres años.
Aunque uno podría creer que Campanella está en la cresta de la ola, que ya olvidó lo que eran las noches con fracasos incrustados en los sueños, hace pocos tiempo debió encarar la derrota en España de su serie de TV «Vientos de agua», que mostraba la inmigración española hacia Argentina en los años 30.
Los públicos de televisión son distintos y la serie es lo mejor que hice en mi vida. Es lo más grande. Uno no lo mide por la calidad de lo que hizo, sino que por lo que le costó. Pero el DVD fue el más vendido del año en España. La masividad que necesita la TV requiere de algo bastante estúpido, no es ninguna novedad que la mayoría de la gente sea estúpida, eso lo sabemos todos. El 90% de todo es mierda. De la comida, de la música, de los libros, de la gente, de todo. Entonces uno trabaja para ese 10%, que para la TV no alcanza.
Y para ese 10% es que trabaja día y noche en su proyecto más ambicioso, «Metegol», una apuesta de 9 millones de euros sobre un tema que no maneja en lo absoluto: la animación 3D. «Yo no lo tuve que aprender. Yo soy editor, vengo de la posproducción, me siento cómodo con las computadoras, soy bueno con los números; lo único que me quedó de la ingeniería es una propensión a las máquinas y todo eso.
«Metegol» es una historia de jugadores de taca taca que cobran vida. Está basada en un texto de Roberto Fontanarrosa. «Tenemos un buen equipo, viene gente de España, gente que ha trabajado en ‘Planet51’, gente que ha trabajado en ‘Shrek’… además la diáspora argentina -viste que somos la nueva diáspora los argentinos- tiene dos o tres en Pixar, tenemos en todos lados y todos quieren venir por un tiempito. Así que va a haber verdadero talento».
Su trabajo en «Doctor House»
Un puñado de episodios son los que Juan José Campanella ha dirigido de la serie «Doctor House«. Y el número reducido se debe a que él prefiere ir y venir con libertad entre Buenos Aires y Los Angeles para atender su películas.
«Cuando voy a House yo tengo muy claro que no es mi fiesta, yo llego ahí como invitado, me dan el guión y tengo que filmarlo de la mejor manera posible, y después me dan el cotillón y el bonete y me voy a mi casa».
Pueden leer el artículo completo desde Wikén de El Mercurio.
Salu2
2 comentarios
DC,When you say “Poets and sogiÂwrntÂers, novÂelÂists and satirists, bards and guiÂtarists.†— do you mean peoÂple like Ted Nugent? OK, so he’s not a satirist. More of a court jester.There’s a fine line between optiÂmism and deluÂsion, and many peoÂple cross it daily.
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