De seguro alguno de nuestros lectores estaba esperando por la no-sección de Editando en donde les traemos los dichos de algún director de cine.
Esta semana escogimos a Orlando Lübbert, quien pese a tener un bagaje previo como director, obtuvo renombre internacional al realizar la película Taxi para Tres, que le reportó una infinidad de premios y reconocimientos a lo largo del orbe.
«Existe un hilo cómplice entre autor y espectador. Cuando escribimos, el espectador está sentado de alguna manera en nuestra mente, quizás de la misma manera como lo estuvo en la cabeza de Van Gogh, de Brueghel o de Velázquez. Aunque algunos digan que escriben para sí mismos, igual creo que en lo que hacemos se proyecta parte de nosotros, no precisamente hacia el aire. Vago e indefinido o como se quiera, el guionista establece un vínculo invisible con el espectador. Se trata de un acuerdo con él, que se firma secretamente en la oscuridad, al comenzar toda película. Básicamente, el acuerdo establece lo siguiente: sabemos que lo que se me está mostrando es mentira. Sabemos que en el set, fuera de los límites del lente, hay gente haciendo las cosas más inauditas, sabemos que el llanto de la diva es inventado, que la ira del «bueno» también, que la sangre que corre es falsa, que las balas son de fogueo y la fachada es de cartón. Sin embargo somos capaces de emocionarnos hasta las lágrimas.
El espectador nos regala su inocencia, con una mezcla de candidez y curiosidad extrema, es capaz de aceptar todo lo que le planteemos en los primeros minutos. Apaga su racionalidad por un momento, enciende su capacidad de asombro y se dispone a aceptar que los personajes sean monos o perros que hablan, cualquier cosa, porque el espectador no espera naturalismo, tampoco espera necesariamente entretención, espera una historia que lo conmueva y con ella espera una experiencia. Esta especie de demarcación genera un espacio común que ambos, autor y espectador, se comprometen a compartir.
¿Cómo se conecta el guionista con el espectador? Primero, aceptando que, a pesar de la apertura del espectador a lo nuevo, su sensibilidad y su tolerancia tienen un límite. El espectador no acepta la incoherencia del autor, que este traicione sus propias premisas. El espectador es sensible a que, teniendo el autor todo el poder sobre la historia, la maneje de manera arbitraria. Esto pasa muy a menudo en los principiantes del guión y suele ser la primera experiencia traumática de quienes piensan que en esta aventura no existe una contraparte.»
LÜBBERT, ORLANDO. Guión para un cine posible. Chile. Uqbar Editores.