Muchos críticos han culpado a los Films D’art de retrasar el desarrollo del cine como forma artística independiente al forzarlo a adecuarse a las ortodoxias literarias y teatrales existentes. Pero lo cierto es que las adaptaciones históricas y reconstrucciones de clásicos otorgaron al cine un halo de respetabilidad social y moral entre los patrocinadores de clase media y propulsaron su condición de superespectáculo.
El Imponente decorado de inspiración babilónica para la secuencia del banquete de Baltasar, en «Intolerancia» [1916], del director D. W. Griffith.
Si leyendo el título y el encabezado del texto piensas, ¿qué diantres son los Films D’art? Pues entonces no dejes de leer después del salto, en una entrada más de cada martes con las 100 ideas que cambiaron para siempre la historia del cine.
Idea n° 15: Los Films D’art: Un entretenimiento de mejor clase
Las imágenes en movimiento seguían siendo coto exclusivo de las ferias y los nickelodeons cuando una empresa llamada Le Film d’Art trató de aumentar su atractivo estético e intelectual presentando a los principales actores franceses en una serie de prestigiosas adaptaciones literarias y teatrales.
En El Asesinato del Duque de Guisa [L’assassinat du duc de Guise, 1908], de André Calmettes y Charles le Bargy, actuaban miembros de la Comédie Franςaise, el guión fue escrito por el académico Henri Lavedan y contaba con una banda sonora compuesta para la ocasión por Camille Saint-Saëns.
Como se rodó con una cámara estática en planos medios contra fondos pintados, la película ha tendido a desestimarse por su grandilocuencia teatral. Sin embargo, la interpretación contenida y la ingeniosa utilización del atrezzo de época, el espacio fuera de campo y el montaje de la acción impresionaron a los productores europeos y estadounidenses, que imitaron el estilo de Film d’Art para adaptar obras de Shakespeare, Victor Hugo, Dickens y Tolstoi, así como numerosas óperas y ballets.
Plano de La Reina Elisabeth [1912], el Film d’Art que ayudó a cambiar la actitud estadounidense ante el cine.
El nuevo público no sólo estaba dispuesto a ver películas más largas, sino que también estaba preparando para pagar más por el privilegio de hacerlo. Este hecho no pasó desapercibido a Adolph Zukor, quien compró los derechos en Estados Unidos de La Reine Elisabeth [1912], de Louis Mercanton, película de 50 minutos y 4 rollos, y cobró 1 dólar por entrada para ver a la divina Sarah Bernhardt en acción. Obtuvo unos beneficios tan jugosos que le permitieron fundar la Famous Players Film Company, piedra angular de Paramount Pictures, una de las creadoras del Studio System de Hollywood.
De todas formas, fue en Italia donde el film d’art alcanzó su apogeo. Quo vadis? [1913], de Enrico Guazzoni, con su impresionante carrera de cuadrigas y su belicismo romano, sus 5.000 extras y su secuencia del Coliseo con leones reales, podría reclamar el puesto de primera película taquillera.
VIDEO | Quo Vadis? Extracto de la película protagonizada por Amleto Novelli, Gustavo Serena, y Lea Giunchi, en 1913.
Sin embargo, fue pronto superada por un largometraje que marcó todo un hito en la historia del Cine: Cabiria [1914], de Giovanni Pastrone. La película costó más de un millón de liras y tardó más de seis meses en rodarse en lujosos decorados tridimensionales en Turín, además de locaciones en Sicilia, los Alpes y Túnez.
Su alcance y escala eran imponentes. Pero, lo que fue más importante, Pastrone y el cámara español Segundo de Chomón rompieron la cerrada teatralidad del film d’art experimentando con diseños de iluminación, efectos especiales, planos con grúa y travellings lentos. Llevaron al espectador al corazón de la acción [anticipándose a la puesta en escena técnica, refinada por Jean Renoir, Orson Welles y Max Ophüls] e incitaron a D. W. Griffith a intentar superar estos superespectáculos italianos con su obra épica sobre la guerra civil estadounidense El Nacimiento de una Nación [The Birth of the Nation, 1915] y con Intolerancia [Intolerance, 1916], cuyos episodios situados en la antigua Babilonia, la bíblica Judea y la Francia del siglo XVI hacen de ella el film d’art más ambicioso de todos.
La disposición de divas teatrales tan valoradas como Sarah Bernhardt y Gabrielle Réjane a aparecer delante de la cámara contribuyó en gran medida a elevar el estatus de la interpretación cinematográfica, mientras que la aceptación de las películas por parte de la burguesía propició la construcción de los primeros «palacios de sueños». Pero la aportación más significativa del film d’art fue ser la inspiración que permitió a los directores salir de los proscenios y producir obras totalmente cinematográficas.
Recuerda que cada semana compartimos una de las 100 ideas que para siempre cambiaron la historia del Cine, con el único afán de complementar tus estudios audiovisuales, porque para qué estamos con cosas, en la escuela nunca aprendes todo lo que deberías 🙂
Saludos!