El efecto de la investigación del Comité de Actividades Antiamericanas sobre el comunismo en Hollywood nunca podrá valorarse por completo, pues es imposible evaluar el calibre de guiones nunca escritos o interpretaciones nunca realizadas. Lo cierto es que la caza de brujas que tuvo lugar entre 1947 y 1952 representa la hora más oscura del Studio System.
Luego del salto, encuentra la idea n° 61 de las 100 que cambiaron la historia del Cine, con la persecución que sufrieron las películas relacionadas con el comunismo, en el tiempo en que los comunistas tenían cojones claro está.
Idea n° 61 | La Lista Negra: El pánico rojo
Los políticos habían empezado a ahondar en la ideología de Hollywood en 1938. Más tarde, la avalancha de «películas sobre problemas» y docu-dramas realistas, junto con el lóbrego retrato de la sociedad de la posguerra que presentaba el cine negro, galvanizaron a quienes buscaban vengarse de los estudios por beneficiarse del New Deal de Roosevelt y por producir propaganda pro-soviética para la Oficina de Información de Guerra.
Lo cierto es que el Comité de Actividades Antiamericanas apenas esperaba encontrar mensajes marxistas en unas películas que requerían la aprobación de los conservadores jefes de los estudios y de la autoridad del Código de Producción. Pero, investigando sobre afiliaciones comunistas, el comité logró utilizar la comparecencia del llamado «Grupo de los Diez» [compuesto en su mayoría por guionistas que se negaron a dar información al comité]para obligar a magnates como Louis B. Mayer, Jack Warner o Walt Diney a suscribir la «declaración de Waldorf» en diciembre de 1947, que propició la creación de una lista negra de personas non gratas por sus inclinaciones izquierdistas.
Hollywood enfrentado a sindicatos instransigentes, un descenso de espectadores, unos costos en alza y un veredicto por derecho de la competencia sobre la propiedad de salas, estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para tener de su lado a Washington y a Wall Street.
Con publicaciones como Counterattack y Red Channels, que identificaron a miembros y simpatizantes del partido comunista, los estudios debieron sentirse aliviados cuando desapareció la inicial oposición del estelar comité respecto de la primera enmienda, así como cuando el Gremio de Actores Cinematográficos, bajo la presidencia de Ronald Reagan, acordó el juramento de lealtad a la Constitución como condición de admisión.
Pero la profunda división que existía dentro de la comunidad cinematográfica se hizo manifiesta cuando Carl Foreman denunció la traición en Solo ante el peligro [High Noom, 1952], mientras que Budd Schulberg refrendó «dar nombres» en la Ley del Silencio [1954]; las dos películas ganaron cuatro y ocho Oscars respectivamente.
Dalton Trumbo, incluido en la lista negra, obtuvo un Oscar con el psudónimo de Robert Rich por El bravo [The Braved One, 1956], y numerosos guiones para los que se utilizaron «testaferros» en los créditos de las películas se han atribuido con posterioridad a escritores proscritos. Sin embargo, los actores y los directores no podían asumir ese anonimato: Charlie Chaplin, Paul Robeson, Kim Hunter, Joseph Losey y Jules Dassin estuvieron entre los profesionales cuyas carreras se vieron afectadas.
Menos del 10% de los 324 artistas citados en las comparecencias ante el Comité de Actividades Antiamericanas volvieron al Cine. De hecho, el comité fue en gran medida responsable de las muertes prematuras de John Garfield, Canada Lee o Mady Christians. También puede achacársele el cierre de un estudio, pues el escándalo ocasionado persuadió a Floyd Odlum, de la conveniencia de vender sus acciones de la RKO a Howard Hughes, cuya gestión resultó ser calamitosa.
Frustrado su intento de impedir los decretos Paramount y con el mito de la «factoría de sueños» hecho añicos, Hollywood entró en una era de timidez y mediocridad en la que el miedo, la sospecha y la culpabilidad provocaron una autocensura más draconiana que nada de lo que hubiera soñado el Comité de Actividades Antiamericanas.
Haciendo obstinadamente proselitismo de valores anticuados y con un optimismo vacuo que la llegada del rock and roll había ya socavado, los estudios se volcaron en la tecnología para combatir a la televisión a falta de los artistas progresistas que habrían podido responder con imaginación a tendencias como el neorrealismo o la nouvelle vague.
Irónicamente, la lista negra precipitó el final del studio system al fragmentar la audiencia y fomentar la producción independiente. Pero también engendró un letargo moral y un estancamiento intelectual en el que Hollywood se sumió hasta mediados de la década de 1960.
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