Basadas en tradiciones literarias consolidadas, ofrecieron una escala audio visual sin precedentes. Populares desde la primera década del siglo XX porque, parafraseando al presidente de los estados unidos Woodrow Wilson, escriben la Historia «con relámpagos».
Nuevo martes, nueva idea de las 100 que cambiaron para siempre la historia del Cine. Como de costumbre en editando, ¿dónde más? 🙂
Idea n° 68 | Las películas épicas: La historia a lo grande…, muy grande!
Las primeras películas épicas, producidas en Italia, inspiraron a cineastas rivales y atrajeron a las clases medias al cine. Así, superespectáculos como «Los últimos días de Pompeya« [1913], de Mario Caserini, dieron inicio al largometraje y forjaron el duradero vínculo del género con los mundos bíblico y de la Antigüedad clásica.
Sin embargo, películas épicas como El ladrón de Bagdad [The thief of Bagdad], de Raoul Walsh; Avaricia, de Erich von Stroheim [ambas en 1924]; o Rey de reyes [King of Kings, 1927] de Cecil B. DeMille, pronto empezaron a explorar una amplia gama de temas históricos, fantásticos y contemporáneos.
Con estrenos rodeados de publicidad y bandas sonoras especialmente compuestas para la ocasión, estas películas no sólo constituían un acontecimiento en sí mismas, sino que, además, ayudaron a refinar las técnicas narrativas, rescataron el valor del rigor histórico y reforzaron las concepciones populares sobre la religión, la nacionalidad, las dinastías y los imperios.
Estas películas de destino épico ayudaron también a re difinir la imagen de la estrella masculina y permitieron que Hollywood dominara en el mercado internacional, pues muy pocas de las demás industrias nacionales podían igualar los lujosos decorados y vestuarios, contratar miles de extras o construir platós tan impresionantes.
Sin embargo, los propios estudios dejaron que el género épico cayese en desuso durante las dos siguientes décadas que siguieron al advenimiento del sonido al concentrarse en prestigiosas adaptaciones literarias, biografías y en aventuras de capa y espada.
Aunque se exploraba la intimidad y contenían subtextos alegóricos, estas películas mitologizaban a los personajes: es el caso de un título europeo como Iván el Terrible [1944], que fue uno de los primeros filmes épicos en examinar el lado oscuro de su protagonista.
Las películas épicas nacionales han encarnado puntos de vista conflictivos sobre el patriotismo en trabajos tan diversos como Mother India [1957], de Mehboob Khan; Guerra y paz [1967], de Sergei Bondarchuck; o Heimat [1984 – 2006], de Edgar Reitz.
Por su parte, Roberto Rossellini concibió una forma metahistórica de neorrealismo que entregó en piezas televisivas anti-épicas como La era de los Medici [1973].
Hollywood, aparte de alguna producción sobre la historia indígena como La conquista del Oeste [How the West Was Won, 1962], tendió a tomar prestada la herencia de otros para exhibir nuevas técnicas como el color, la pantalla panorámica o el sonido estéreo en remakes, coproducciones y películas rodadas en el extranjero que revivían temas épicos para audiencias que, en el contexto de la guerra fría, buscaban solaz religioso y el amparo de una superpotencia.
Sin embargo, repetir el éxito de Los diez mandamientos [The Ten Commandments, 1956], de DeMille, o de Ben Hur [1959], de William Wyler, demostró ser tarea difícil tras el fracaso de Cleopatra [1963], de Joseph L. Mankiewicz. De hecho, tuvieron que pasar cuatro décadas para que Gladiator [2000], de Ridley Scott, con sus efectos digitales, restaurara la credibilidad en taquilla de películas sobre la antigüedad.
Extracto «Los 10 mandamientos» y sin computadoras!
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