El Tercer Cine, desdeñando el comercialismo hollywoodense del llamado «primer cine» y la búsqueda de autoría del «segundo cine» o cine europeo de arte y ensayo, trató de infundir ideales revolucionarios a las audiencias subvirtiendo las convenciones cinematográficas y descartando la recepción pasiva. Se originó en latinoamérica a finales de la década de 1960, y su influencia pronto se extendió por África y Asia.
Un cine poco apreciado por muchos, tal vez porque las escuelas no siempre le otorgan la importancia que debieran, sin embargo en editando tiene su espacio en otro más de los martes con historia donde te contamos sobre las 100 ideas que cambiaron el Cine.
Idea n° 81 | El Tercer Cine: Hacia una revolución tricontinental
El tercer cine fue una respuesta cultural a la lucha anticolonial en África, la revolución cubana, el surgimiento de la conciencia de la comunidad negra en Estados Unidos y la reconceptualización de la dialéctica marxista y maoísta que hicieron los intelectuales de todo el mundo.
Sus raíces fílmicas se encuentran en el neorrealismo de la década de 1950 del brasileño Nelson Pereira dos Santos y del argentino Fernando Birri, así como en el movimiento del cinema novo de la década de 1960 que había revigorizado el cine brasileño.
Crucial para el estilo abrasivamente distanciado de este último fue el ensayo de Glauber Rocha de 1965 «Una estética del hambre«, que se convirtió en un texto clave al lado de dos manifiestos de 1969: el del cubano Julio García Espinosa «Por un cine imperfecto«, y «Hacia un tercer cine: apuntes y experiencias para el desarrollo de un cine de liberación en el tercer mundo«, en el que los argentinos Fernando Solanas y Octavio Getino codificaron las ideas y los métodos que habían empleado en su documental de guerrilla La hora de los hornos de 1968.
Decididos a describir la vida tal como se vivía, Solanas y Getino abogaron por un cine independiente y crítico que rechazara los géneros mayoritarios y el existencialismo del cine de arte y ensayo, en favor de técnicas y temas socialmente relevantes que desafiaran concepciones históricas, expusieran la injusticia y reivindicaran las culturas nacionales.
Al producir películas de las que «el sistema establecido» no podía apropiarse, el tercer cine promovió una diversidad estilística que engendró noticiarios, documentales de agitación y propaganda, cortometrajes vanguardistas, obras épicas realistas o sátiras sociopolíticas.
Aun así, las obras de los cubanos Tomás Gutiérrez Alea y Santiago Álvarez, de los chilenos Patricio Guzmán y Miguel Littin, de los brasileños Glauber Rocha y Ruy Guerra, y del boliviano Jorge Sanjinés no lograron suscitar la pretendida revolución tricontinental. De hecho, en la década de 1980, el tercer cine recibió muchas críticas. El cineasta disidente chileno Raúl Ruiz se quejó de que sus objetivos habían sido demasiado estrechos, y muchos lamentaron que hubiera descuidado asuntos feministas y el etnocentrismo; otros también cuestionaron la implicación de cineastas europeos como Joris Ivens, Chris Marker o Gillo Pontecorvo.
Sin embargo, el tercer cine se había convertido en un fenómeno global que abordaba problemas como la creación de naciones, la desilusión poscolonial y el surgimiento de nuevas formas de opresión religiosa, social y sexual. Su base más fuerte estaba en África, donde exploraron el choque entre tradición y progreso por medio de alegorías, sátiras y dramas realistas cineastas como Youssef Chahine en Egipto, Merzak Allouache en Argelia, Ousmane Sembène en Senegal, Gastón Kaboré e Idrissa Ouédraogo en Burkina Faso, Souleymane Cissé en Malí, Jean-Marie Téno en Camerún y Med Hondo en Mauritania.
En Asia, la causa del cambio radical la asumieron Lino Brocka en Filipinas, Mrinal Sen en la India, Tran Anh Hung en Vietnam y Dariush Mehrjui en Irán. También sembraron las semillas de la solidaridad Wayne Wang en Estados Unidos, Isaac Julien en Gran Bretaña y Tracey Moffat en Australia.
En los últimos tiempos, el tercer cine ha refrendado a cineastas exiliados y en la diáspora, además de proporcionar el merecido impulso al renacimiento latinoamericano liderado por Walter Salles, Fernando Meirelles, Alejandro González Iñárritu, Pablo Trapero y Lucrecia Martel.