Pocas personas han sido más reverenciadas o vilipendiadas que los magnates que dirigieron Hollywood durante la época dorada. Despóticos, temperamentales e incultos, estos oportunistas hombres de negocios tenían, de todas formas, un conocimiento instintivo de los gustos populares y utilizaron la estructura vertical que impusieron en la industria cinematográfica estadounidense para entretener al mundo.
Louis B. Mayer, en el centro de la fotografía, primera fila, demostrando que la MGM contaba con «más estrellas que el firmamento» en los premios de la Academia de 1943.
Hoy, en una nueva entrega de las100 ideas que cambiaron el Cine, conozca un sobre su historia y desventuras, en su sitio audiovisual regalón que se esfuerza por entregar contenido de calidad.
Idea n° 25 | Los Magnates del Cine
La mayoría de los magnates, muchos de los cuales eran judíos de Europa del Este, habían probado suerte en distintos negocios antes de acabar topándose con el cine siendo propietarios de salas de juegos, nickelodeons o agencias de distribución.
William Fox y Carl Laemmle se dedicaron a la producción en un intento de quebrar el monopolio de Edison. Por su propia experiencia de inmigrantes conocían el valor de las películas universalmente accesibles, algo que se convirtió en el sello distintivo de Hollywood.
Laemmle también supo reconocer la importancia de las estrellas y la propaganda para las películas de mayor duración, de las que fue pionero tras el éxito de Adolph Zukor con el importado film d’art La Reine Elisabeth en 1912. También fundó el complejo del estudio Universal City en 1915, que confirmó la hegemonía de Hollywood.
Darryl F. Zanuck, guionista convertido en ejecutivo, supervisó la producción de la 20th Century Fox en dos distintos períodos, entre 1934 – 1956 y 1962 – 1971.
Laemmle, Fox, Zukor, Samuel Goldwyn, Louis B. Mayer, Harry Cohn y los hermanos Warner eran directivos-autores que no sólo gestionaban la operación diaria de los estudios, sino que también establecían el tono del tipo de películas que querían producir. Laemmle instigaba una influencia alemana en Universal, mientras que el enfoque de Zukor en Paramount era de un europeísmo más chic.
La MGM de Mayer se hizo famosa por las opulentas sagas familiares repletas de estrellas, en las que la virtud se veía recompensada durante el final feliz. Cohn intentó algo similar con presupuestos más ajustados en Columbia, lo mismo que el obstinadamente independiente Goldwyn, cuyos pulidos largometrajes desmentían la reputación que tenía de hablar con poca propiedad: «Nuestras comedias no son para reírse de ellas«.
Jack L. Warner, sin embargo, optó por un realismo social mordaz y de ritmo rápido que a menudo lo puso en el punto de mira de los guardianes del Código de Producción, que regularon estrictamente el contenido de todas las películas de Hollywood desde 1934 y que los magnates habían accedido a respetar para evitar interferencias externas tras una racha de escándalos en la década de 1920.
Tal cooperación tipificó el modo en que los estudios abordaron las cuestiones sociales, económicas y técnicas. Promovieron prácticas como la distribución de las películas por paquetes sin posibilidad de elegir su contenido, y aceptaron un proceso común de sonido integrado en la película para facilitar la introducción de las películas sonoras.
Además, compartieron las estrellas, los guionistas, los escritores y los directores, a los que controlaban con contratos de mano de hierro, y se unieron para proteger sus inversiones resistiéndose a las demandas de las asociaciones y sindicatos de la industria, a la vez que colaboraron de manera controvertida con el Comité de Actividades Antiamericanas. Así, mediante una combinación de descaro, sentido común, suerte, agallas, nepotismo, persistencia y crueldad, estos inveterados supervivientes fueron capaces de que Hollywood resistiera durante la Gran Depresión y la segunda guerra mundial.
Robert de Niro protagonizó la adaptación de Elia Kazan de la novela de F. Scott Fitzgerald, «El Último Magnate» [1976], inspirada en el productor de la MGM Irving G. Thalberg, al que llamaban el «chico de oro» [1899 – 1936]
Los magnates demostraron en ocasiones no poca perspicacia desde el punto de vista artístico y respondieron con presteza a las cambiantes tendencias en moda, música, lengua y costumbres. En tanto que inmigrantes, supieron adecuar el talento extranjero y utilizaron su conocimiento de la cultura europea para atraer a un público lo más amplio posible. Pero no encontraron respuesta a los problemas financieros de la posguerra, exacerbados por la televisión, los costos crecientes y los decretos Paramount.
Sin embargo, los nombres de marca que establecieron permitieron a sus estudios capear las vicisitudes del llamado «New Hollywood» y florecer de nuevo en la era menos romántica de conglomerados multimedia globalizados que se inició en la década de 1980.