A mediados de la primera década del siglo XX, ir al cine se había convertido en un pasatiempo nacional en Estados Unidos. Los exhibidores estaban tan deseosos de ofrecer al público un modo de escapismo sin parangón alguno, que los arquitectos diseñaban las salas imitando «las más palaciegas moradas de príncipes y reyes coronados para Su Excelencia el ciudadano estadounidense».
Oscar Deutsh fundó en 1928 la empresa British Odeon, que sigue siendo la mayor cadena de cines europea. El nombre de la empresa corresponde a las siglas de «Oscar Deutsh Entertains Our Nations» [Oscar Deutsh entretiene a nuestra nación]
Como cada martes miércoles, bueno, como cada semana, hoy te dejamos una nueva idea, de las 100 que cambiarían para siempre la historia del Cine.
Idea n° 16 | Los «Palacios de Sueños» Un pequeño hijo de la clase media
Los primeros espectadores habían ejercido como tales en los menos salubres entornos de las barracas de feria, tiendas circenses y teatros de vodevil. Incluso los nickelodeons que proliferaron después de 1905 ofrecían poco más que un banco duro y un pianista acompañante.
Pero mientras que estos lugares se consideraban adecuados para inmigrantes y humildes trabajadores, no lograban atraer a las clase media que había quedado impresionada con las proyecciones en teatros de espectáculos tales como La Reine Elisabeth [1912] y El Nacimiento de una Nación [1915].
UNA PAUSA | Para tener en su videoteca: El Nacimiento de una Nación partes 1 y 2 desde youtube.
Al darse cuenta de que esta nueva y respetable clientela estaba dispuesta a pagar precios inflados por los largometrajes, los exhibidores se apresuraron a emular el primer supercine que había abierto en Nueva York en 1913: el Regent, de Tomas W. Lamb, con 1845 asientos.
A lo largo de la siguiente década se construyeron 4.000 salas de cine, en las que Lamb, Jhon Eberson, George Rapp y Charles S. Lee imitaron los estilos arquitectónicos de Europa y Asia para que la gente corriente pudiera disfrutar de un toque de lujo.
Samuel L. Rothapfel asaltó Broadway con el Strand, el Rialto, el Rivoli y el Roxy, que fueron sobrepasados en exotismo por el Million Dollar, el Egyptian y el Chinese de Sid Grauman en Los Ángeles. En todo Estados Unidos -y, por supuesto, el mundo- surgieron «Palacios de Sueños», con sus vestíbulos de mármol, arañas de cristal, estucados dorados, moquetas, tapices, murales, amplias escaleras, fuentes y aire acondicionado. Muchos tenían personal con librea y sus propias orquestas, que acompañaban las actuaciones en directo y que animaban el entretenimiento nocturno.
Inaugurado en 1928, el «Paradise de Chicago, de John Eberson», de estilo Renaissance francés, cerró en 1956, cuando se hizo evidente que el techo superior no tenía la acústica adecuada para las películas sonoras.
Pero la mayoría de los norteamericanos veían las películas en salas más pequeñas y, en consonancia con la creciente cultura de consumo, exigían una contraprestación justa por su dinero. Por ello, Hollywood empezó a producir cortometrajes, tanto animados como de acción real, series y noticiarios para ofrecer programas equilibrados antes de la película principal.
Cuando el Art Decó se convirtió en el estilo de construcción dominante y la Gran Depresión comenzó a manifestarse, aparecieron las películas de serie B, además de los intermedios, para potenciar el consumo en los buffet. Otras apuestas de las cadenas de salas, tanto las de propiedad de los estudios como las independientes, para detener la caída de público fueron el establecimiento de sesiones matinales infantiles los sábados, y nocturnas para los afroamericanos, y bingo y sorteos para los menos adinerados. Aún así, la asistencia de público cayó un tercio en 1932, y cerraron 8.000 salas en todo el país.
Sin embargo, no fue sólo el pequeño exhibidor, que cargaba con el compromiso de adquirir paquetes de películas y tuvo que asumir el coste de la conversión al sonido, el que sucumbió. Las cadenas que pertenecían a los 5 grandes estudios, MGM, Paramount, Warner Bros, Fox y RKO, resultaron también afectadas y fueron finalmente vendidas tras la imposición de los decretos Paramount en 1948, que prohibían que los estudios poseyeran sus propios cines.
Al cambiar los hábitos de la nueva población suburbana, docenas de vistosos edificios fueron demolidos o reformados. Pero su papel en la promoción y presentación de películas fue fundamental para la época dorada de Hollywood, pues sus beneficios mantuvieron activos los estudios y propiciaron la creación de distintos géneros. Además, promovieron el hábito de ir al Cine, esencial para la cinematografía estadounidense a nivel internacional al generar éxitos comerciales susceptibles de exportación.
Esperamos una vez más, que hayas aprendido como siempre algo nuevo. Cada semana te entregamos una nueva idea, de las 100 que cambiaron la historia del Cine para siempre.
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