Es difícil imaginar el efecto que produjo «The Story of the Kelly Gang» [1906], del Australiano Charles Tait, de una hora de duración, en un público acostumbrado a las películas de un rollo de 10 minutos.
Si los primeros espectadores tenían suficiente con maravillarse ante las noticias de actualidad y las películas de trucos, los cineastas que habían crecido con las novelas y las obras de teatro tenían ambiciones artísticas.
«El minutaje de las películas continuó aumentando en la era de los filmes taquilleros» como lo fue «Gone With The Wind», Lo que el viento se llevó, dirigida por Victor Fleming que terminó con 226 minutos de duración.
Como cada martes, te invitamos a sumergirte un poco más en la historia del Cine, revisar los anteriores post de la serie y compartirlos entre tus amigos, audiovisuales o aficionados, porque a todos nos hace bien 🙂
Idea n° 16 | Los Largometrajes: El tamaño sí importa
La transformación de la novedad de las imágenes en movimiento en un medio narrativo sofisticado no habría sido posible sin el bucle de Latham, que impedía que, por la intermitencia de las cámaras y los mecanismos de proyección, se rompieran las tiras de celuloide de más de 30 metros.
Sin embargo, Thomas Edison se disputó con la familia de Latham la propiedad de la patente y provocó una guerra entre su Motion Picture Patents Company y un grupo de productores independientes que acabaron estableciéndose en Hollywood.
El impulso para cambiar a películas más largas resulta, en un principio, de Europa. Le Voyage dans la Lune [1902], de Georges Méliès, presentaba «30 cuadros» en una película de unos 14 minutos de duración, y era cerca de tres veces más larga que sus competidoras.
Pero fue la combinación de films d’art tales como La Reine Elizabeth [1912] y superespectáculos italianos como Quo Vadis? [1913] la que no sólo inspiró a D. W. Griffith para hacer largometrajes, como Judith de Bethulia [Judith of Bethulia, 1913], sino que impulsó al empresario Adolph Zukor a crear una empresa de distribución y persuadir a los exhibidores para que alquilaran las películas en lugar de comprarlas directamente y abandonaran sus nickelodeons por los más opulentos «palacios de sueños», que atraían a un público ilustrado.
Forajidos Armados: Dan Kelly [Sam Crewes] y Steve Hart [Sr. McKenzie] en The Story of the Kelly Gang 1906, el primer largometraje de la historia.
El cambio a los largometrajes en el momento en que Europa se sumía en la primera guerra mundial permitió a Hollywood forjar su duradera hegemonía sobre el cine mundial. El séptimo arte se convirtió en un negocio, y los programas de rodaje se planificaban a partir de guiones en lugar del procedimiento más improvisado de los cortometrajes.
Los estudios construidos con los beneficios que generaban los largometrajes, dieron a los directores mayor control sobre el decorado, la iluminación y la técnica, y les permitieron refinar la gramática cinematográfica para crear un lenguaje universal que posibilitaba contar historias de cualquier género del modo más accesible y más innovador en términos visuales.
Sin embargo, pocos cineastas de Hollywood tenían completa libertad artística, pues los largometrajes formaban parte de programas de cine que se proyectaban cierto número de veces al día para asegurar una venta de entradas óptima. Así fue como la MGM mutiló la obra maestra Avaricia [Greed, 1924], de Erich Von Stroheim, que de 9 horas y 42 rollos de rodaje se quedó en 10 rollos.
McTeague [Gibson Gowland] y Marcus [Jean Hersholt] en «Avaricia» de 1924, la mutilada obra maestra de Erich Von Stroheim.
En la era del cine sonoro, las películas de serie A tenían una media de 90 minutos y las de serie B, alrededor de 1 hora. Pero, «Lo que el viento se llevó» [1939], de Victor Fleming, con 226 minutos de duración, demostró el enorme potencial comercial de las giras especiales, que permitían a los estudios cobrar precios inflados por proyecciones en salas prestigiosas. Las duraciones se hicieron aún más épicas cuando los estudios decidieron optar por la escala para detener el declive en la asistencia a las salas.
El minutaje de las películas continuó aumentando en la era de los filmes taquilleros. Pero ha habido gigantes en el cine de arte y ensayo y de vanguardia, con los 931 minutos de Berlin Alexanderplatz [1980], de Rainer Werner Fassbinder, y los 733 minutos de Out 1: Noli me tangere [1971], de Jaques Rivette, que quedaron empequeñecidos ante las 151 horas de Cinématon [1978 – 2009], de Gérard Courant, una agrupación silente de 2.269 viñetas.
Mientras que la adaptación de Phil Jutzi de 1931 de Berlin Alexanderplatz dura 85 minutos, la versión de Rainer Werner Fassbinder de 1980, a la que corresponde la fotografía, dura nada menos que 931 minutos.
Sin duda alguna muchos detalles históricos desconocidos para el público general que esperamos puedas disfrutar y por supuesto compartir. En nuestro afán por enseñar y compartir lo que sabemos y los libros que tenemos, el próximo martes volvemos con otra de las100 ideas que para siempre cambiaron la historia del cine, «Los Palacios de Sueños».
Saludos!